miércoles, 27 de mayo de 2015

The Zone 6: Rosseane Magolis

Autor: Alonzo Yzasiga
Ilustración: Dashield Warren Clay

Eran cerca a las tres de la tarde cuando el Departamento de la Comisión de Registro procedió a hacer efectiva la detención ordenada por el magistrado superior de Golden City. El equipo operativo estaba conformado por una unidad SWAT al cual, además del equipamiento respectivo, se le había otorgado los accesorios especiales diseñados por el gobierno para ese tipo de procedimientos. Sus miembros, por cierto, eran seleccionados dentro del mismo cuerpo de oficiales de la policía, después de varias pruebas diseñadas por el propio FBI.
El capitán a cargo de la unidad, de ascendencia alemana, llevaba el curioso nombre de Atila Baer, y era un ex militar que había ingreso al cuerpo de policía, primero como instructor y luego como oficial en activo. Todos los miembros del equipo lo respetaban y trataban de nunca jugarse con él y eso lo hacía muy feliz. Era verdaderamente una persona impetuosa, y por ello sus subordinados le habían otorgado el curioso apelativo de “Kaiser”. Sin embargo, Baer mascullaba su enojo al tener que estar bajo el mando del agente especial Bridges, pues no soportaba subyugarse ante alguien que poseyera un genio peor que el suyo.
Los dos vehículos blindados avanzaban rápido hacia el edificio “Magister”, una residencia compuesta por varios apartamentos y cuyo penthouse pertenecía a Ray Fire. En el blindado posterior se encontraba el agente Davidson quien, mientras se aproximaban al lugar del arresto, cavilaba sobre las pesquisas hechas durante la mañana en el puerto. Todas ellas parecían indicar que sus suposiciones eran afirmativas; pese a ello, debía esperar los análisis respectivos de los laboratorios de la policía, además del informe del forense con respecto al cuerpo de Morton. No se fiaba de la efectividad de este último para un examen detallado; si hubiera tenido la potestad de solicitar a un perito del FBI no lo hubiera dudado, pero tenía que ceñirse a los procedimientos de su institución.

jueves, 14 de mayo de 2015

Revenge 5: Justicia para todos

Autor: Anthony Llanos
Ilustración: Disorted Designs

Suspendido en el cielo, inmóvil, las luces fulgurantes de sus ojos desvanecidas parecen señalar que  los tiene cerrados. La negrura interior bajo la capucha azul parece ser un agujero negro devorando la poca luz de la luna. Es una noche agitada, las ráfagas del viento se mueven con una fuerza exactamente igual que las vidas de sus habitantes. Grandes acciones que llevan de un lado a otro, consecuencias terribles e inevitables, una sola palabra retumba en su mente una y otra vez: Injusticia.
De pronto surge un movimiento antinatural y Revenge parece mover su cabeza a cientos de revoluciones por segundo, como un temblor causado por un frío extremo pero mucho peor. Sus puños se cierran enérgicamente temblando incontrolablemente. Fuera de toda la rabia que puede sentir todavía un rezago de humanidad mantiene cierto tipo de control.
¿Qué puede ser lo que ocasionó semejante reacción?
“Vamos hijo, quema a la perra, es una cualquiera, merece que la castiguen…”
Cambiando de fases entre lo etéreo y físico su cuerpo se torna transparente y sólido una y otra vez. Sus ojos brillan encendidos mientras vuela a toda velocidad llegando en solo unos segundos a su destino.
La escena al entrar fue horrible: Un sótano maloliente, en este una mujer y seis chicos, cuyas edades oscilan entre los diez y diecisiete años, abusaban de una adolecente de trece años atada a un mugroso catre. La pobre chica tenía el cabello sucio, el rostro deformado por golpizas terribles, los labios estaban abiertos y de ellos manaba sangre. En su torso se podía ver escritos insultos y cifras talladas con una navaja en la piel, además de un sinnúmero de moretones. La vieja ropa que llevaba puesta estaba cubierta de manchas de sangre seca y otras más recientes. El mayor de los jóvenes la estaba quemando con un cigarrillo animado por la mujer que parecía ser su madre.

jueves, 7 de mayo de 2015

NEUSUD - Telekinesis 9: Madrugada

Autor: Gerardo Espinoza

Gregory oyó atentamente el testimonio de Dorian. Analizó cada suceso, relacionó punto por punto la cadena de eventos tras la explosión en Chaclacayo, el accidente que una hora antes sufrió y la propia desaparición de Farid.
Acordaron reunirse a una hora determinada en el Hall Plaza de Lima Gris. Gregory escribió algunos números en su cuaderno de campo y luego colgó. Quedó pensativo unos segundos. Dejó el celular en una especie de receptáculo de aluminio, deslizó la mano bajo la lámpara y la apagó.
-¿Por qué te llaman tan tarde esos nerds?– preguntó Nat.
-No sé. Fácil cree que soy un tremendo friki sin vida,– dijo sonriendo.
-¿Y no lo eres?– contestó Nat, ahora de forma traviesa.
-¡Venga! ¡Claro que no!– Se puso una máscara de Batman y se acostó con la bella Nat que estaba completamente desnuda.

Gregory Estévez era el típico teórico de la conspiración, ovnílogo y friki consumado. Se había graduado en telecomunicaciones y era locutor radial.  Gozaba de cierta popularidad en medios radiales y redes sociales, gracias a los tres programas de corte friki que había creado y a su papel como co-creador de Finisterre Podcast.
Un buen día, Nat llegó a su vida. Fue invitada a la radio y hablaron toda la hora sobre serendipias históricas. Enseguida surgió la química; Nat era su complemento perfecto, era apasionada, mística e intuitiva. Sus conocimientos de historia y ritos ancestrales eran la delicia de Gregory. Juntos crearon Finisterre, un Podcast en internet especializado en ufología y temas frikis. Esto catapultó aun más la popularidad de ambos en el ciberespacio. Gregory y Nat eran amantes, convivientes, cómplices, camaradas.

domingo, 3 de mayo de 2015

The Zone 5: La comisión de registro

Autor: Alonzo Yzasiga

Ilustración: Dashield Warren Clay

Marcus Bridges se adelantó iracundo por el muelle portuario, un paso más atrás se encontraba su asistente adjunto, Davidson. Marcus era un agente federal con mal carácter, poco analítico y muy inclinado a la acción, algo que resultaba un tanto atípico para una agencia caracterizada por la investigación concienzuda del delito criminal. Se decía del FBI que podía atrapar más culpables por medio de un trabajo de laboratorio que interrogando sospechosos; sin embargo, Bridges parecía la encarnación de un agente de los años treinta luchando contra la prohibición o siguiendo la pista de famosos asaltantes de bancos, siempre a punto de saltar sobre el cuello de los delincuentes para darles una soberana paliza. Al menos eso había sido algo propio de sus años más mozos, ahora a sus 45 años luchaba por refrenar sus ímpetus, los que se reflejaban en su tono hosco, su cara ceñuda y sus gestos altaneros que transmitían la imagen inequívoca de alguien dispuesto a solucionar las cosas a punta de puñetazos. A pesar de las décadas transcurridas todavía conservaba rezagos de su época juvenil cuando practicaba fútbol americano. Era un hombre de contextura gruesa y de fuertes brazos que se incomoda por utilizar el terno obligatorio solicitado por su institución. Aunque no un fanático, trataba de asistir, por lo menos una vez cada dos semanas, al gimnasio para realizar unas cortas sesiones de levantamiento de pesas buscando conservar su buen estado físico.
Tras los sucesos de la planta Zolarum, con la aparición entonces de los metahumanos y al decretarse la Ley Dewey, el gobierno tuvo a bien crear el Departamento de la Comisión de Registro como una instancia anexa a la Oficina Federal de Investigación, aunque todo el mundo sospechaba que sus archivos eran compartidos a su vez tanto por la rama logística del Ejercito como por la CIA. Marcus Bridges había hecho carrera como agente de campo en diversas acciones contra las mafias de la costa este, y justamente ello lo convirtió en el candidato idóneo para ser designado agente especial de operaciones de la Comisión de registro. Su trabajo consistía en el arresto o persecución de los metahumanos que incumplían las normativas de la Ley Dewey, acto nada grato cuando se comprendía que se trataba de seres con poderes dispuestos a utilizarlos con tal de no ser detenidos por la justicia, sin importarles por supuesto el daño colateral que pudieran causar a los testigos  y mucho menos a sus perseguidores.