Ilustración: Dashield Warren Clay
Eran
cerca a las tres de la tarde cuando el Departamento de la Comisión
de Registro procedió a hacer efectiva la detención ordenada por el
magistrado superior de Golden City. El equipo operativo estaba
conformado por una unidad SWAT al cual, además del equipamiento
respectivo, se le había otorgado los accesorios especiales diseñados
por el gobierno para ese tipo de procedimientos. Sus miembros, por
cierto, eran seleccionados dentro del mismo cuerpo de oficiales de la
policía, después de varias pruebas diseñadas por el propio FBI.
El
capitán a cargo de la unidad, de ascendencia alemana, llevaba el
curioso nombre de Atila Baer, y era un ex militar que había ingreso
al cuerpo de policía, primero como instructor y luego como oficial
en activo. Todos los miembros del equipo lo respetaban y trataban de
nunca jugarse con él y eso lo hacía muy feliz. Era verdaderamente
una persona impetuosa, y por ello sus subordinados le habían
otorgado el curioso apelativo de “Kaiser”. Sin embargo, Baer
mascullaba su enojo al tener que estar bajo el mando del agente
especial Bridges, pues no soportaba subyugarse ante alguien que
poseyera un genio peor que el suyo.
Los
dos vehículos blindados avanzaban rápido hacia el edificio
“Magister”, una residencia compuesta por varios apartamentos y
cuyo penthouse pertenecía a Ray Fire. En el blindado posterior se
encontraba el agente Davidson quien, mientras se aproximaban al lugar
del arresto, cavilaba sobre las pesquisas hechas durante la mañana
en el puerto. Todas ellas parecían indicar que sus suposiciones eran
afirmativas; pese a ello, debía esperar los análisis respectivos de
los laboratorios de la policía, además del informe del forense con
respecto al cuerpo de Morton. No se fiaba de la efectividad de este
último para un examen detallado; si hubiera tenido la potestad de
solicitar a un perito del FBI no lo hubiera dudado, pero tenía que
ceñirse a los procedimientos de su institución.