Texto e ilustración de Jair Sánchez Gutiérrez

Ciudad Gris sería una urbe común si no fuera por la plaga de gatos que tenía, sus antiguas casonas coloniales y sus pocas áreas verdes. La basura muchas veces se acumulaba en las calles y eso hacía que fuera un sitio muy sucio y poco visitado por turistas. Sin embargo, era el hogar de un prodigio en la medicina, el doctor Javier Von.
Von era un reconocido médico que se había quedado viudo y vivía con su hija de diez años llamada Elena. Era muy delgado y andaba siempre con el pelo castaño desordenado. Lo más característico de su rostro cansando eran sus bigotes sin afeitar.
La pequeña Elena tenía una cara redonda acompañada de varias pecas y llevaba una larga cabellera negra que llegaba hasta su cintura. Ella no solía salir a pasear a las calles como los otros niños, pero por eso mismo conocía muy bien el edificio en el que vivían, sabía todos los escondites y pasajes de esa vieja vivienda. La hora preferida de Elena era cuando comía con su padre, debido a que el resto del día él se encerraba en su laboratorio en el sótano.
Un sábado por la tarde Von salió de su área de trabajo y llamó con entusiasmo a Elena.
-¡Lo logré al fin, Ely! ¡He creado una súper medicina que puede curar cualquier enfermedad!- exclamó Von acercándose al sillón donde siempre se sentaba a escribir en su pequeña libreta. Elena sabía que su padre había estado trabajando por años en hallar una cura para toda clase de males desde que mamá había fallecido por un cáncer maligno.