domingo, 15 de febrero de 2015

Revenge 3: Guerra contra el crimen

Autor: Antony Llanos
Ilustración: Gino Descalzi


Volando a una velocidad que casi triplicaba la del sonido, Revenge llegó en poco tiempo a una prisión. Levitando sobre ella lejos de las luces vigía que constantemente se movían por los diversos sectores, se quedó quieto observando.
-Quisiera destruirla por completo, con todo cuanto hay dentro- pensó Abel.
-¿Y si hay algún inocente dentro? Siempre hay personas encerradas injustamente ¿Quién hará justicia para ellas?
-Tienes razón. ¿Entonces cómo saber quiénes son culpables o inocentes?
-Será fácil para nosotros con el “Campo Empático”. ¡Observa!
Ambas luminosidades que conformaban sus ojos se desvanecieron en la oscuridad dentro de la capucha, mientras una esfera iba  lentamente cubriendo la totalidad de la prisión. Cuando cubrió completamente la cárcel, Abel pudo percibir los recuerdos, emociones y sentimientos de todos y cada uno de sus ocupantes, guardias, reos y administrativos en el interior. Todos fueron develando sus secretos ante él en solo unos minutos. Ahora lo sabía todo y haría pagar a todos los culpables.
Levitó hasta llegar a una pared a una altura de tres pisos.
-Quiero que el miedo se esparza lentamente, aparecer dentro sería muy rápido.

-¡Déjanos hacerlo a nuestra manera!- replicó Azariel un tanto confundido por sus propias palabras.
Al acercarse a la pared, un aura amarillenta fue derritiendo el muro creando un agujero semilíquido parecido al magma ardiente pero en tono negro y amarillo. Uno de los reos estaba parado al lado de la pared y recibió gotas de la masa de concreto ardiente. Gritando de dolor corrió junto a los otros once compañeros de celda que desesperados y aterrorizados se apretujaban contra la reja metálica.
Revenge reconoció la culpabilidad de todos. Al verlos podía recordar en imágenes los gritos despavoridos de las víctimas que perdieron la vida en esas despreciables manos. ¡Cuán poco importó que algunas de las víctimas fueran niños pequeños! Reconoció en particular a dos de los prisioneros de celda  pues eran conocidos violadores de menores.
La ira aumentó la intensidad luminosa de sus ojos y tornó su apariencia más temible, quería vengar a todas las víctimas de un modo ejemplar y sobre todo  muy doloroso.
Extendió su brazo derecho abriendo la mano y la fue cerrando lentamente mientras los prisioneros de esa celda gritaban y lloraban retorciéndose de dolor en el suelo. Miles de pequeñas esferas de color verde del tamaño de un frijol aparecieron en los cuerpos de los reos, moviéndose lentamente y devorando su carne. Cuando Revenge dejó inmóviles los dedos, las pequeñas esferas dejaron de moverse, pero los gritos de dolor continuaron como una bizarra melodía de sufrimiento.
Cuando uno de ellos suplico por perdón, los ojos de Revenge cambiaron a un color rojo.
-¡Tú! Eres el último con derecho a pronunciar una súplica ¡Tú has oído esa misma suplica de veintidós personas! Y las mataste.
La voz causo un estruendo tal que todo el bloque de tres pisos del tamaño de una cuadra tembló.
Cerrando los dedos dejó solo el dedo medio levantado, las esferas devoraron a todos los demás reos, de los cuales quedaron solo once restos irreconocibles en una especie de salgo sanguinolento con gotas de color verde. Moviendo muy lentamente el dedo medio, las esferas avanzaban y se detenían una y otra vez prolongando el dolor del último prisionero, ese que se atrevió a suplicar por su vida siendo el peor. Las esferas verdes desaparecieron dejando muchas partes internas expuestas y así con vida, Revenge dejó al reo a un lado para que muriera de dolor.
Mientras esto pasaba, los presos de las demás celdas de ese bloque gritaban en total desesperación. Revenge levantó con desprecio el brazo izquierdo y una de las alas de fuego apareció calcinando los trescientos doce prisioneros del bloque en medio segundo.
Las alarmas de la prisión sonaron y al cabo de unos minutos los guardias hicieron su aparición con las armas listas. Cuando por fin tuvieron frente a ellos al desconocido intruso, se quedaron atónitos sin dar crédito a lo que sus ojos estaban viendo. Desconcertados no salían de estupor, haciéndose todos la misma pregunta: ¿acaso estoy alucinando?
El intruso levitaba en el aire y no era posible verle el rostro bajo la capucha que a pesar de tener dos ojos encendidos como faros de auto, seguía completamente oscurecida. Temerosos, sin mediar palabra de advertencia, abrieron fuego.  Los ojos del desconocido parpadearon y la veintena de guardias cayó sin vida al suelo al igual que muchos otros prisioneros que tuvieron la mala suerte de ver los ojos de Revenge.
Llegó a un bloque de dos pisos y se quedó mirando al resto de prisioneros. Algunos de estos le arrojaban objetos a través de los barrotes, que se desentigraron cuando se les acercó. Indiferente a los hechos, las alas aparecieron por fracción de segundos y todo se encendió en llamas, pero las llamas consumieron rápidamente solo a quienes consideraba eran asesinos menores o circunstanciales, mientras a los peores los dejaba quemarse vivos lentamente.
Tres bloques estaban completamente arrasados. Llegó a la sección cinco, el área destinada a los criminales con mayor poder encarcelados en celdas de oro. La mayoría eran líderes de pandillas peligrosas o capos de distintas mafias que ocupaban celdas enormes llenas de lujos. En bloques similares había hasta seiscientos reos pero en este apenas había diez.
El resto de guardias llegaron junto al alcaide de la prisión prestos a defender a sus mejores pagadores, dueños, amos o asociados. La corrupción en esta prisión era repugnante y Revenge se preguntaba si así sería cada prisión del mundo. Azariel respondió firmemente: Sí, así es en todas.
-¿De veras quieren hacer esto?- sonó una atronadora voz que remeció hasta los cimientos del edificio.
-¡Abran fuego!-  gritó el alcaide y todos, incluyendo los reos dorados, dispararon sus armas. Sin siquiera inmutarse, Revenge juntó sus manos mientras las balas se desintegraban a metros de él y fue separando sus manos muy, muy lentamente.
Los disparos cesaron inmediatamente y solo se oían gritos de dolor, un dolor tal como no podría siquiera imaginarse. La piel de todos se fue rompiendo lentamente, separándose del hueso mientras los órganos internos iban cayendo al suelo, muchos se orinaban o defecaban mientras este proceso ocurría. Cuando por fin separó las manos, el esqueleto de todos y cada uno de los atacantes estaba completamente separado de la carne y músculos, que yacían como un traje sanguinolento tendido entre órganos y vísceras.
El alcaide y uno de los prisioneros más terribles quedaron con vida pero su castigo solo estaba iniciando. Revenge tronó los dedos de la mano y se encendieron llamas en ambos malhechores, devorando sus sendas piernas izquierdas hasta la altura del muslo. El dolor lo sintieron milímetro a milímetro, pero no se desmayaban o entraban en shock por cuestiones sobrenaturales que solo Revenge conocía.
-Alcaide, imagino que no le sorprende el castigo. Los millones que recibió de su compañero al lado le dieron la vida más insana que pudo comprar. Debe estar muy contento de saber que todas las mentiras y encubrimientos saldrán a la vista por la mañana. Y sobre todo que su familia no seguirá gozando del dinero sucio con el que los acostumbró a una vida de lujuria y excesos. Me encargaré de que sepan lo que es vivir en pobreza extrema.
-¡No, usted no puede hacer eso!- gritó ofuscado el alcaide.
-Verá, lo haré rápido, tanto que no lo creerá. Pero le prometo que su familia seguirá con vida, para sufrir.
-¿Quién demonios es usted? No sabe con quién se está metiendo, esto no se quedara así, usted no tiene derecho a…
-¡Listo! Está hecho- Exclamo Revenge y continuó-. Ahora, ¡fíjese bien en esas catorce esferas allá arriba!
Siguiendo el dedo del atacante, el alcaide pudo ver las esferas y gritó cuando se dio cuenta de que en cada una de ellas se hallaba su familia, esposa, hijos, primos y amigos que ilícitamente se beneficiaron del sucio dinero que cobraba a los mafiosos por permitirles hacer lo que les diera la gana en  prisión.
-Sus bienes, casas, autos, joyas, dinero, cuentas cualquier posesión más allá de las prendas que visten en este momento se consumen en llamas, al igual que su otra pierna.
La otra pierna del alcaide se fue calcinando hasta la altura de la rodilla mientras su familia lo veía horrorizada.
-¡Silenciooo!- tronó la voz de Revenge,-. Sin importar la edad, si cualquiera de ustedes hace algo ilícito, un robo, por mínimo que sea, ¡así sea un maldito guisante, los hare morir de una manera lenta y dolorosa!
La pierna del alcaide se consumió hasta la misma altura que la otra mientras este lloraba por el tremendo dolor.
-No malinterprete las cosas, usted no saldrá tan bien parado, alcaide Rómulo  Ventura Carrión. pero sepa esto: ¡conozco cada familiar de su árbol genealógico! ¡Cada afiliado a usted que supiera lo que hacía tendrá una muerte terrible! Y como no deseo que tenga siquiera un trabajo decente, no necesitará los brazos tampoco.
Al tronar los dedos nuevamente, las llamas aparecieron calcinando los brazos del alcaida hasta la altura de los hombros. Mientras todo esto ocurría, los familiares quedaron aterrados en total silencio.
La esposa, hijos mayores y menores, hermanos y primos miraban sin poder hacer algo, atrapados en esas esferas flotantes.
-Quería compartir esta lección con todos ustedes y darles la bienvenida a su nueva vida como indigentes- dijo Revenge cerrando el puño con mucha fuerza, frente a lo cual lo que quedaba del cuerpo del alcaide explotó salpicando sus restos por todas partes.
Los familiares no podían proferir sonido alguno, el terror era tan fuerte que temblaban descontroladamente.
-Ahora, me haré cargo del reo de oro así que ¡desaparezcan!
Los familiares del alcaide desaparecieron inmediatamente y Revenge continuó:
-Víctor Bustamante Paredes, alias Barba negra, Poseído, Navaja, Sapo, Corruptor, Corbata, Colador. Veamos qué es lo que usted tiene y sobre todo lo que más ama.
Las imágenes se proyectaron en una pared, una enorme finca en la espesura de la selva ardía con todo lo que dentro de ella había. Ni una sola alma salió viva de ese incendio que devoró absolutamente todo y dejó solo un dibujo de cenizas con forma cuadrada del tamaño de una hectárea.
-Pero con usted, las cosas se complican, tiene una organización numerosa, así que pondré a prueba mi capacidad y veamos qué puedo hacer al respecto.
Los ojos de Revenge comenzaron a brillar aumentando tanto la luz que manaba de ellos que todo el bloque se iluminó. Cuando la luz cesó, aparecieron ochocientas treinta y dos personas en esferas transparentes: mujeres, guardaespaldas, asociados, lugartenientes, sicarios, vendedores de droga, distribuidores, etc.
-¡Mírelos con atención!
El mafioso volteó la cara para no ver, luchador hasta el final, era un hombre al que pocas cosas le daban miedo y si le tocaba morir, lo haría a su manera.
-¡Dije que los mire!- rugió rabiosamente Revenge tronando los dedos.
El cuerpo de Rómulo se tensó de forma antinatural, moviendo su cabeza y permitiéndole ver hacia arriba contra su voluntad. Rómulo cerró los ojos luchando por mover su cuerpo hacia otra dirección, pero no lo lograba ya que la fuerza que controlaba su cuerpo era mucho mayor que su voluntad.
-No podrá evitarlo, usted verá lo que yo quiera que vea,  para evitar que cierre los ojos, removeré sus parpados para que pueda ver todo.
Los párpados del criminal se desprendieron y cayeron como pequeñas telas de piel. Mientras en cada una de las esferas iban incinerándose algunos, explotando otros y otros se disolvían lentamente como por efecto de un ácido potente. El sonido de los gritos se podía oír en el bloque, hasta que uno tras otro se fueron silenciando al quedar convertidos solo en huesos, ceniza y líquido rojizo.
-Ahora que no le queda nada y es un don nadie ¿qué hará? Alguien con su reputación y ferocidad podría con facilidad reconstruir lo que perdió, después de todo solo le quité una pierna nada más. Pero ¿qué tal le iría si pierde ojos, manos, lengua y oídos?
Diciendo todo esto, los ojos reventaron como dos globos de agua, las manos se pudrieron hasta las muñecas, los oídos le sangraron profusamente al igual que la lengua hasta que ambas cayeron derretidos en una especie de espesa miel de color carne oscura. El poderoso capo yacía en el suelo tendido retorciéndose en agonía.
-A usted lo dejare vivir como un inútil saco de carne, pero en completo estado mental, para que sienta en carne propia la impotencia de saber que no hay nada ni nadie que lo pueda ayudar. Exactamente la misma sensación que más de dos millares de personas sufrieron bajo sus órdenes. Que disfrute sus próximas semanas de vida. No pensará que iba a permitirle una vida larga siendo la carga para algún alma caritativa. Le daré dos semanas de vida  que es lo que tardará el cáncer masivo en devorarlo.
Diciendo esto, lo transporto fuera de la cárcel y lo dejo a unos metros del alambrado de la entrada. Revenge desapareció mientras la cárcel ardía  bajo el fuego, la venganza se había transformado en una guerra que él sí tenía el poder de iniciar y quizá hasta de ganar.


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