domingo, 8 de marzo de 2015

El magnifico mago Mystére 6: Patrones Cósmicos

Autor: Glauconar Yue
Ilustración: Edward Torres Vega



Para atrapar a la bestia en forma de hombre debo atrapar al hombre en forma de bestia
El verdadero monstruo es aquel que se oculta, el burlador
El verdadero monstruo es aquel que menos lo parece
La bestia hará ver a otros como monstruos para robar su rostro humano
Por eso es que la única manera de esconder la verdad siniestra es ponerla a la vista de todos
Por eso es que debo esconder a quien él quiso exhibir
Para exhibir lo que él quiso esconder
Porque el hombre no es la bestia
No debe ser lo que ha sido
El verdadero hombre debe reescribir su pasado en las sombras
A la lumbre de la luz sombría


Tras escribir estas líneas, dejó el cuaderno en el piso y volvió a rebobinar el video. La luz de las pantallas del televisor y las computadoras eran lo único que iluminaba el cuarto. El televisor mostraba una perspectiva desde la plaza bajo el edificio que no dejaba distinguir más que las cabezas de dos personas: una mujer y un hombre con sombrero. Y, detrás de ellos, sombras enormes, sombras que definitivamente no coincidían con la dirección de la luz del sol. Se veía más de las sombras en el video de youtube, el que fue tomado desde el edificio de en frente. Ahí también se podía distinguir a las personas de cuerpo entero, aunque no sus rostros, que se reducían a un par de píxeles. Era la cámara de un teléfono móvil, con pésima calidad. Con la poca resolución tampoco se podía juzgar claramente de dónde venían as sombras. Las dos personas daban vueltas a su alrededor, como jalando algo. Rebobinó unos segundos y lo reprodujo en cámara lenta. Ahí, durante unos momentos, había un reflejo, un resplandor estirándose entre los dos. Una cuerda plateada que estaba presente todo el tiempo, aunque invisible, para atar las sombras con luz, la muerte con la vida.
Volvió entre la pila de periódicos a su izquierda y entresacó uno de hace siete meses. Calculando la relación entre aquel momento y la fecha del incidente, resaltó cada palabra que se ajustara a una fórmula de crecimiento no lineal. Esta vez utilizó esferas para distinguir cuales palabras eran las elejidas, ya que el papel ya llevaba rayones y colores. Anotó las palabras una después de otra en su cuaderno.

peligro cambio con para cuando rescate


Meditó un rato sobre las palabras, pero no pudo dar con su sentido. Decidió ir a revisar el armario. El muchacho estaba dormido. Los nudos alrededor de sus muñecas y tobillos seguían sosteniéndolo bien, y aunque la mordaza le estaba cortando algo la respiración. Prefirió soltarle algo el nudo, para no arriesgarse a que muriese. Además, el rehén había dejado llena la bacinica. El secuestrador tomó el recipiente y lo vació en el baño.
Luego volvió al periódico y notó que todas las palabras rodeadas estaban dispuestas como un círculo sobre la página. Sin embargo, tampoco tenía sentido leerlas de manera circular. Seis palabras, pero seis no era un número apropiado para una revelación positiva. Decidió conectarlas mediante un eneagrama, una estrella irregular de siete puntas, cuya última esquina reveló una palabra clave más: hombres. Leyó el mensaje en el nuevo orden:

cuando rescate con cambio peligro para hombre

o mejor dicho:

Cuando el rescate se torna en un peligro para el hombre

Entonces supo que el momento había llegado. Revolvió las cajas de VHS y de debajo sacó una pistola. Entre la docena de teléfonos móviles que llevaban todos cintas adhesivas con apuntes de los números que habían utilizado, recojió un cartucho de municiones que insertó en el arma. Salió al pasillo oscuro, sosteniendo la pistola armada por delante, y lo vio: una figura delgada con un sombrero alto y un saco largo. No lo dudó y disparó. Tres veces. Pero la sombra no cayó, ni siquiera pareció reaccionar al impacto, más bien ondeó como un trapo. El hombre volvió a mirar y pudo distinguir los tres huecos que sus disparos habían dejado en la tela. No había cuerpo, solo un sombrero barato de disfraz y una tela colgados por un hilo del techo.
De golpe, volteó hacia el cuarto y disparó sin mirar. Una bala hizo estallar un videocasette, la otra dio en un calendario, el 15 de enero del 2013. El video contenía episodios del Avispón Verde. 15+1+13= 29. Contó hasta 29 mientras avanzaba lentamente hacia la mesa verde en su comedor. Luego entró a la habitación, con un giro rápido, el arma por delante, pero no había nadie. Un par de manos con guantes lo agarraron desde atrás y presionaron un pañuelo con alcohol contra su rostro, pero él no se debilitó. Se tambaleó unos segundos, sí, pero su cerebro ya estaba cargado con otras sustancias que neutralizaron el narcótico. Había ingerido las pastillas para ampliar su percepción, pero no había duda de que había sido lo correcto para prevenir este momento. Antes de que el atacante pudiese detenerlo, el hombre se soltó y golpeó en su rostro con la culata de la pistola. El sombrero de copa rodó por el suelo mientras el mago se desplomaba.

Mystére despertó en un espacio ajustado y oscuro. A su lado sintió la piel de un cuerpo caliente, maltratado, sucio. A pesar de la poca luz pudo reconocer que era la persona por la que había venido, el hombre que había desaparecido detrás de su escenario: Pierre Bonhomme.
Sintió sus muñecas. Estaban atadas con varias capas de gutapercha en posición torcida detrás de su espalda. La cinta estaba pegada a su propia piel, por lo que, por más ágil que doblase sus músculos y huesos, no se desharía de ella. Su boca también estaba tapada con cinta adhesiva, aunque también rellena con un pañuelo para amordazarlo. El muchacho que estaba a su lado, en cambio, estaba atado por una cuerda gruesa con nudos firmes, pero la mordaza en su boca estaba suelta.
Poco a poco, el mago empezó a empujar hacia fuera de su boca el pañuelo, empezando por utilizar metódicamente la parte trasera de su lengua. Poco a poco, el pedazo fue saliendo de su boca y en el proceso apartó la cinta adhesiva que lo sostenía. Después carraspeó un momento y logró entonar algunas palabras:
-Pierre. Pierre, ¿me escuchas?
-¿Quién eres?
-Soy Jules Mystére.
-¿Qué? ¿El mago? ¿Has venido a salvarme?
-Podría decirse que sí. Pero no todo ha salido según el plan.
-¿Cómo me encontraste?
-No fue tan difícil. Si a la policía le hubiese importado rescatarte más que probar que soy culpable, lo hubiesen podido hacer.
-¿No me vas a desamarrar?
-Como decía, no todo ha salido según el plan. Yo también estoy amarrado.
-Pero eso no debería ser un impedimento para ti. Tú puedes desmaterializarte, ¿verdad?
-No. No puedo.
Ambos callaron avergonzados por un momento.
-Es mejor así,- dijo Pierre,- porque a fin de cuentas, yo soy el garou. Desde que estoy aquí, no ha habido más asesinatos, ¿verdad?
-Si que los ha habido,- corrigió el mago,- pero yo los he detenido.
-¿De veras? Entonces, ¿por qué me transformé en el escenario?
-Todos fuimos, en cierto sentido, el garou. Alguien debía respresentarlo, y tú eras capaz de encarnar esos miedos por todos y de superarlos. Tú debías ser el héroe que vencía al garou si no hubieses desaparecido.
-No entiendo nada. Él piensa que el asesino eres tú. Creo que ha hecho todo esto para inculparte.
-Así es. He estado en la cárcel.
-¿Pudiste escapar de prisión pero no de aquí?
-Todavía podemos escapar de aquí, pero vas a tener que hacerme caso. Necesito que tú te sueltes primero.
-P-pero yo no tengo poderes...
-No se trata de eso. Escúchame. ¿Puedes ver el haz de luz que entra por el hueco de la llave?
-Sí, claro.
-Quiero que lo mires fijamente.
Pierre no entendió bien por qué, pero decidió hacerle caso al mago, aunque tampoco sabía qué clase de mago era este. Al menos no era la persona que había visto en el escenario. Después de un rato, Pierre distinguió algo que giraba detrás del hoyo. ¿Un ventilador, quizás?
-Relájate,- instruyó Mystére con voz suave,- concéntrate en cómo la luz pasa por ese hoyo y lega hacia ti. Quiero que proyectes tu conciencia hacia ese punto. Coloca tu nombre en ese punto. Déjalo ir. Está ahí, frente a ti. Puedes verlo.
-Hmmm... sí,- murmuró Pierre sin comprender.
-¿Cómo te llamas?
-Pierre Bonhomme.
El mago tiró su hombro hacia adelante y tapó la luz. Los ojos del muchacho ya se había acostumbrado a la luz y quedaron nublados.
-¿Cómo te llamas?
-Hmmm... Ehh...
La pregunta era estúpida, pensó. Él lo sabía, pensó. ¿Cómo podría no saber su nombre? Sin embargo, en ese momento, no podía recordarlo. Entonces reapareció la luz, lo golpeó en la retina de golpe.
-¡Me llamo Pierre Bonhomme!- exclamó, sacudido.
-Muy bien, Pierre,- continuó Mystére,- Quiero que te relajes aun más. Lo estás haciendo bien y pronto podremos salir de aquí. Quiero que sueltes uno a uno los huesos desde tus hombros hasta tus manos.
Pierre sintió cómo sus músculos se iban desprendiendo. Era más intenso y más suave de lo que él mismo habría podido hacerlo. Pero no lo estaba haciendo él. Su cuerpo estaba moviéndose solo y sentía como si se desvaneciera.
-Relaja tus manos. Empieza a rotar tus muñecas, ida y vuelta. Ahora junta tus meñiques en el centro, de modo que las uñas queden juntas. Bien. Sigue así. Ahora sigue con el anular y los demás dedos, uno por uno. Ahora pon tu pulgar de manera que cruce tu palma. Relájala. Suelta tus demás dedos, mantén solo tus pulgares donde están. Encuentra el centro del nudo y jálalo. Muy bien. Ahora vuelve a concentrarte en la luz. La próxima vez que la veas recuperarás tu nombre y el control completo sobre tu cuerpo.
La luz se volvió a tapar, y luego apareció otra vez. Pierre sintió cómo la sangre volvía a todo su cuerpo. Sus brazos efectivamente estaban desatados.
-¿Pero cómo...?
En cuanto superó la sorpresa, deshizo las ataduras de sus piernas y luego las que sostenían al mago. Éste se puso de pié y se estiró. No tenía ningún apuro por irse. De su bolsillo sacó un teléfono móvil cubierto de cintas adhesivas y garabatos. Lo hizo marcar y esperó algunos segundos. Luego, salió del armario de un salto. Encontró al secuestrador justo donde lo quería: mirando hacia donde acumulaba los teléfonos usados. Lo atrapó con una llave desde atrás antes de que éste pudiese darse cuenta.
-¡Suéltame, monstruo!- gritó el criminal,- ¡yo no he matado a nadie!
-Me has saboteado y secuestrado a alguien. Eso es suficiente para una condena.
-¡Yo no soy el lobo! ¡Tú eres el lobo, la bestia que parece hombre! ¡Yo te he visto, estás oculto a la vista de todos!
-Tú no eres el lobo,- confirmó Mystére,- el lobo se ha ido.
-No. Los doctores decían que yo era el lobo, pero se equivocaron.
-Ah, ¿de veras?
Mystére comprendió. El hombre era susceptible al síndrome de licantropía. No una posesión paranormal, sino una desviación psicológica común, la de identificarse más con un lobo que con una persona. Sin embargo, este individuo había reprimido todos sus impulsos, tanto los más humanos como los menos aceptables, todo lo que encontraba de malo en su persona, y los había proyectado en alguien más. Se había construido el personaje del lobo para liberarse de culpa, y había elegido al mago para que interpretase a este personaje en sus fantasías.
-Mira el lobo. ¿No lo has visto?- insistió el mago, llevando al hombre hacia la pantalla del televisor,- el lobo es esa mancha negra, está ahí, sobre el edificio. ¿Puedes ver cómo se va reduciendo? Sí, ese sigue siendo el lobo. El garou ha sido atrapado. Ya no hay lobo.
el mago chasqeuó los dedos y apagó el televisor ante los ojos redondos del hombre estupefacto.
-Por cierto, hacías bien en no volver a utilizar los teléfonos con los que intentaste denunciarme antes. La policía los estaba monitoreando. Hace un momento utilicé uno de ellos y ya están ante la puerta.


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