miércoles, 25 de marzo de 2015

NEUSUD - Telekinesis 6: Hechos

Texto e ilustración: Gerardo Espinoza

La silente noche es interrumpida por el grave sonido de un motor a toda marcha.
-¡No soy un terrorista!– exclamó Farid enérgico.
-¡A esos dos mocosos los conocías!– interrumpió Dorian,– ¡Todos ustedes son terroristas!
-¡Eso no es cierto!– por más que intentase convencerlo, Dorian no dejaba de vociferar.
-¡Debería obligarte a bajar!– dijo Dorian mirando la carretera contemplando la posibilidad de abandonarlo en mitad de la nada, como cuando lo encontró.
-¿Crees que soy un asesino?– la voz de Farid se notaba apagada y al borde del llanto.
Dorian dejó pasar breves segundos luego de oír esas palabras. Pensó que intentaría convencerlo, pero no dijo nada. Se preguntaba cómo hacer encajar los hechos para absolver de culpa a Farid, pero era inútil darlo por inocente si no creía en la supuesta desaparición.

Gamboa caminó hasta su auto mientras encendía un cigarro. Comprobó que la cámara en el parabrisas había grabado todo y verificó si tenía algún mensaje en el panel. Hizo un gesto al espejo y lanzó un escupitajo por la ventanilla, tomó una cajetilla entera y salió del auto a seguir supervisando el operativo, arrojando humo por la nariz, disfrutando su adicción al tabaco, el único vicio negativo que arrastra desde el ejército.

Al otro lado de la carretera, dos soldados hablaban sobre la intervención a Dorian y Farid:
-De verdad creí que ese mocoso era uno de ellos- dijo el más joven.
-Al menos soltó datos, ojalá al jefe le sirva– respondió el compañero.
-Antes de entrar al ejército era un capo en Oblivion. Tenía tantos aliados como en el cuartel- agregó nostálgico el soldado menor.
-Este es el mundo real, cuñadito. Lo demás son huevadas, ya puedes irte olvidando de ese juego.
El soldado más joven sonreía mientras inspeccionaba debajo de un bus interprovincial y se apresuró a responderle al otro militar:
-Algún día pelearemos detrás de un ordenador y serán las máquinas quienes se manchen las manos.
El otro soldado quedó callado un par de segundos y luego respondió:
-¡Calla cojudo!
Dicho esto, empezaron a reír los dos.

El país se impacientaba por un anuncio oficial. En la capital circulaban testimonios, videos y fotografías registradas cerca a las explosiones; inundaban los medios televisivos y redes sociales. Todos buscaban una explicación alternativa porque nadie creía que simples terroristas puedan desaparecer instantáneamente frente a tanta gente.

Gamboa supervisó las investigaciones en ambas explosiones. Los técnicos forenses no detectaron radiación letal de ningún tipo, ni restos de pólvora u otro componente detonante. Sin embargo, en un descuido de detectó un extraño pulso magnético que fluctuaba alrededor del epicentro causando una inexplicablemente gravedad menor.

La radio recibió una alerta y de inmediato ordenó evacuar a todos los civiles. Las patrullas improvisaron un bloqueo de lado a lado. Los soldados se atrincheraron detrás, esperando la inminente llegada.

Kilómetros más adelante, la camioneta de Dorian atravesaba el tramo más peligroso de la vía. Bajó la velocidad prudentemente y sin decir una palabra permanecía abstraído en sus pensamientos, tratando de encontrarle alguna lógica a la situación de Farid.
-Aquello que contaste del colegio sí ocurrió. Hubo una explosión en tu colegio y la noticia conmovió a toda Lima Gris.
Farid giró el rostro al oír eso que tanto temía; su rostro se desencajó aún más. Esas palabras terminaron con sus vagas esperanzas.
-No fue una pesadilla entonces.
Juntó sus manos y se tapó el rostro. Los recuerdos envenenaron su mente. Dorian sintió conmiseración hacia Farid.
-Creo que exageré un poco al acusarte de mala manera. Lo siento...
-¿Murieron todos?
Supo que no ayudaría si le ocultaba la verdad. Farid merecía saber.
-Nadie quedó con vida, algunos cuerpos nunca se encontraron.
Farid cerró los ojos y bajó su cabeza totalmente abatido. Era notoria su dificultad para respirar o hablar.
-Tiempo después se logró recuperar un video de seguridad. En él, se veía la silueta de un alumno saliendo del aula segundos antes de que ésta estallara. La policía dijo que era el terrorista huyendo luego de sembrar el explosivo, por un tiempo lo buscaron pensando que estaba vivo. Pero nunca lo encontraron. Entonces apareciste tú, contando eso que te sucedió y al instante pensé que eras aquel joven.
Farid se ahogaba en recuerdos ahora más reales y contrastados. Imaginó cadáveres entre escombros, padres llorando a sus hijos, su propia madre desesperada al no hallar su cuerpo.
-El ejército buscó a ese sospechoso por mucho tiempo. He viajado por todo el país y me topé con las batidas varias veces, en la misma Lima Gris se buscaba a ese terrorista que nunca apareció. Tiempo después dejaron de hacerlo; pensé que se habían dado por vencidos. No iba a permitir que te lleven; por eso te cambié de nombre.
-No soy un terrorista– susurró para sí mismo.
-Me cuesta creerte después de lo que dijo Gamboa. Es mucha coincidencia que varias personas desaparezcan luego de una explosión. ¿Cómo esperabas que reaccione?
 Inesperadamente el estéreo se encendió emitiendo una molesta estática a todo volumen. Ambos se sorprendieron del fenómeno. Dorian miró de reojo a Farid que parecía tieso y empapado de sudor. Algo malo estaba a punto de pasar. Miró por la ventanilla y notó un verde fosforescente cruzando el cielo despejado, era sin duda una aurora. Luego volvió su rostro al volante que enseguida dejó de responder. Las luces parpadearon y se extinguieron al instante. Logró sortear un primer bache, luego un segundo montículo de tierra, sabía que era cuestión de tiempo perder el control.
El silencio invadía el paraje, todos sabían el procedimiento. Gamboa fue claro al transmitir las órdenes. El sospechoso pasaría por este tramo y era imperativo detenerlo a como diera lugar; lo necesitaban vivo.


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