sábado, 28 de marzo de 2015

La manada 6: El fin justifica los medios


Autor: Hans Rothgiesser

La decisión de instalar el taller en Seúl no fue muy difícil de sustentar. Zap necesitaba estar cerca a ciertos desarrolladores de tecnología. Y aquí en el distrito de Seocho en Seúl estaban presentes todos los grandes jugadores de la industria de la tecnología de las comunicaciones. Era exactamente lo que requería para poder cumplir con la misión que se le había encomendado.
O mejor dicho, la misión que él mismo había definido y había convencido a los demás superhéroes relevantes de que tenía que resolver para poder tener por fin ese sistema de defensa que los protegería de amenazas de fuera de este mundo. Amenazas que en el pasado ya se habían manifestado y que habían representado grandes pérdidas. Con un sistema de defensa como el que él proponía, nunca más tendrían que preocuparse de posibles invasiones de civilizaciones de otras galaxias.
Zap era joven, idealista y muy inteligente. No obstante, tenía lo que otros superhéroes habían convenido en llamar una inteligencia selectiva. Era extremadamente hábil y capaz para el desarrollo de proyectos tecnológicos, pero terrible para asuntos más cotidianos. Por eso fue que se aprobó brindarle los recursos que necesitaría para su proyecto, pero con la condición de que trabaje con otros dos miembros de la comunidad de superhéroes.
Esos otros dos eran la Baronesa Roja y Ojo Público, ambos ligeramente mayores en edad que Zap,  pero con orientaciones completamente distintas. Este equipo de tres superhéroes lo había coordinado Insel X hacía un par de años. Y que el mismo Insel X hubiera solicitado un reporte completo de los avances del Proyecto Mano Negra no era para nada sospechoso. Después de todo, una iniciativa como ésta se financiaba con aportes de distitnas fuentes. Era de esperar que esos patrocinadores desearan saber constantemente cómo iban las cosas.

El que solía hacer los reportes no era Zap. Él era demasiado desordenado y vehemente para esas cosas. Baronesa Roja tampoco. Ella aún no era confiable en la comunidad. No se había probado en el campo de batalla. Así que el que debía dedicarle tiempo a estas cosas era Ojo Público.
“Tengo aquí todas las cifras”, dijo Ojo Público apenas estableció contacto con Insel X. Ni siquiera saludó. Ojo Público era un tipo duro, algo que se podía deducir fácilmente de su traje. Alguien que andaba con botas gruesas militares y con chaleco antibalas y con un casco de soldado claramente estaba transmitiendo el mensaje de que no tenía tiempo para sutilezas. Su voz ronca aportaba a ese mensaje. “Las estoy enviando en este momento por el canal seguro.”
“No, no, Ralph”, le dijo de inmediato Insel X. A diferencia de Ojo Público, Insel X era de estatura media y flaco. Sus movimientos eran mucho menos mecánicos y duros. Y a pesar de su corta edad, ya ocupaba un puesto relevante en la comunidad de superhéroes. A Ojo Público eso no le molestaba. Tampoco el hecho de que el muchacho no tuviera poderes. “No se trata de eso.”
Ojo Público no supo qué responder. Él era un hombe de acción. Que lo hayan estacionado en Seúl a cuidar a un superhéroe menor y sin experiencia que estaba realizando alguna clase de proyecto científico importante le parecía una pérdida de tiempo y de sus habilidades, pero siendo el buen soldado que era, había recibido las órdenes y se había embarcado a cumplirlas. No entendía de esas tramas y enredos que a otros les apasionaban tanto. Como a Insel X, por ejemplo.
Ojo Público cerró el folder que tenía frente a él con todos los papeles que consideró que necesitaría para esta reunión. Luego se aseguró rápidamente que la sala de reuniones en la que se encontraba tuviese la puerta cerrada. Dentro de esta habitación se podía ver desde afuera, dado que las paredes eran de un cristal transparente. Esto también le permitía a Ojo Público revisar rápidamente en dónde estaba cada quién. Zap estaba en su taller, en el medio de todo. Estaba trabajando en un artefacto pequeño que Ojo Público no podía saber qué era. Baronesa Roja estaba en su oficina revisando información en su tableta. Además de ellos tres, había otros cinco civiles que trabajaban con ellos. Tres eran técnicos que apoyaban directamente a Zap. Otra era una secretaria que apoyaba en temas administrativos. Y el quinto era un conserje que se encargaba de que todo estuviera limpio.
Ojo Público ubicó con la vista rápidamente a todos y luego regresó su atención a la imagen holográfica de Insel X que tenía en frente.
“¿De qué se trata?”, preguntó yendo de frente al grano. “¿Qué ha sucedido?”
“¿Estás al tanto del problema que tenemos con Lobo?”, preguntó Insel X y luego se quedó callado.  En la comunidad de superhéroes aún no quedaba claro cuál era la situación. La mayoría se inclinaba a pensar que el viejo se había vuelto loco. Pero a todos les quedaba la duda de si había algo más detrás de todo esto. Si quizás había algo que no les estaban contando. Sin embargo, nuevamente, a Ojo Público no le importaban estas tramas. Él solo quería ser informado acerca de qué era lo que tenía que hacer si ese superhéroe renegado se aparecía por las instalaciones.
“Sé algo. Lo que se ha estado comentando en los foros.”
Insel X levantó una ceja. Sabía que Ojo Público no era de los que pasaban mucho tiempo en internet revisando lo que la gente hablaba de distintos temas. Él era el tipo de persona que prefería pasar el tiempo en el gimnasio entrenando. Pero prefirió no preguntar. Asumió que se refería a que Baronesa Roja era la que había pasado tiempo en esos foros y le había comentado el tema en algún momento.
“Lobo me vino a visitar hace dos días. Dejó mi guarida hecha ruinas. Ha destruído mi servidor. Se robó mucha información que tenía almacenada. Ralph, ¿sabes lo que eso significa?”
Ojo Público no respondió. Por supuesto que lo sabía. Muchos recursos y atención habían sido derivados al Proyecto Mano Negra, pero en la máxima discreción. Varios tenían la preocupación de que hubiera infiltrados de otros planetas en la Tierra. Si eso era cierto y se hacía público que se estaba trabajando en un sistema de defensa como éste, los intentos de sabotaje serían frecuentes.  No obstante, Insel X había sido uno de los promotores de Mano Negra desde el comienzo. Había trabajado con Zap en los planos iniciales. En su servidor tenía información vital.
“¿Cómo es posible que Lobo llegara a tus computadoras?”, preguntó Ojo Público frunciendo el ceño. “¿No se suponía que tienes todas las medidas de seguridad posibles?”
“Pues, sí. Las tenía. Pero Lobo es Lobo. Y tiene ayuda. No está haciendo eso solo.”
“Como sea. Si su plan es darle una lección a los superhéroes para que apredan a ser más respetuosos o lo que sea que pretende ese anciano, no creo que tenga mucho interés en darse una vuelta por aquí, ¿no es cierto? No estamos haciendo nada que le ofenda.”
“Al comienzo pensé eso mismo yo también”, dijo Insel X. “Pero he estado pensando que la tecnología que está desarrollando Zap podría tener aplicaciones que a Lobo le podrían interesar. Él ha estado capturando prototipos y científicos alrededor del mundo. Necesita distintos tipos de armas para poder vencer a varios de nosotros con poderes que nos sobrepasan. Su mayor preocupación debe ser cómo controlar a Corsair si es que hay un enfrentamiento directo entre ambos. Necesita alguna clase de arma que aún no hemos visto. Que no conocemos. Si tiene algo debajo de la manga, los prototipos que está desarrollando Zap para la plataforma de defensa serían muy atractivos para Lobo.”
“Entonces, ¿qué es lo que vamos a hacer? Si Lobo nos ataca, yo no voy a poder hacer nada al respecto. Él me entrenó. Conoce todos mis movimientos. Conoce mis debilidades. Me dominaría fácilmente. Baronesa Roja no tiene experiencia en el campo. Y Zap no es particularmente útil en combate.”
“Lo sé. Si Lobo quisiese ingresar al taller de Mano Negra en este momento y robarse todo, lo podría hacer fácilmente. Parar la operación en este momento no tendría sentido. Hemos avanzado demasiado y estamos demasiado cerca de iniciar la siguiente etapa. Así que esto es lo que vamos a hacer. Vamos a enviarles refuerzos.”
“¿Estás seguro? Con este demente dando vueltas por el mundo haciendo lo que quiere, ¿estás seguro de que conviene estacionar aquí recursos que podrían usar en investigar lo que está haciendo para encontrarlo y eliminarlo? Deberíamos tomar la iniciativa.”
“Lo hemos discutido”, Insel X hizo una mueca. Aparentemente la decisión final no había sido algo que le había gustado, pero tenía que respetarla. “Y hemos decidido esto. Enviaremos a dos agentes. No hace falta que sepas quiénes. Espero que puedan llegar antes de que Lobo dé su golpe.”
Y en ese momento, la conexión se cortó. La imagen holográfica de Insel X desapareció. Pero solo eso. Las luces seguían encendidas. La conexión a internet de Barena Roja seguía operativa. Todo seguía en su lugar. Lo único que había sido afectado había sido la conversación entre Ojo Público e Insel X.
Ojo Público se paró lentamente, mirando en todas direcciones, pero con sutileza. No podía saber quién podía estarlo mirando. Sobre todo con este anuncio que acababa de recibir. Intuía que algo sucedería, pero esperaba que tomara un poco más de tiempo.
Salió al pasillo y caminó hasta la oficina de Baronesa Roja. Ella estaba ahí, tranquila. Relajada. Su cinturón con armas estaba colgado en un perchero junto a la puerta de entrada. Ojo Público necesitaba hablar con ella primero. Luego trataría con los demás.
Se paró frente a ella y le hizo un gesto para que deje de leer en su tableta y le preste atención.
“¿Qué sucede?”, preguntó ella despreocupada. No entendía la gravedad de la situación. Nunca lo había hecho. Que dejara su cinturón junto a la puerta y permitiera que Ojo Público se parara entre ella y sus armas era lamentable.
Que haya confiado en Ojo Público desde el comienzo sin ninguna clase de cuestionamiento también lo era.
Sin darle tiempo para que active sus poderes y ejecutando un perfecto golpe con su puño derecho -un golpe que había estado practicando por meses en el gimnasio específicamente para esa situación- noqueó a Baronesa aplicándole a la nariz la fuerza necesaria. Ella cayó sentada en el asiento de su escritorio.
Ojo Público se volteó hacia los demás. Los miró a través de las paredes de cristal. Ahí seguía Zap y sus tres asistentes trabajando en el taller. La secretaria en la recepción y el conserje limpiando uno de los pasillos. Tenía poco tiempo. Insel X intentaría comunicarse con ellos de alguna otra manera. Salió de la sala y caminó como si no sucediera nada fuera de lo normal hasta el taller en el que estaba trabajando Zap y sus dos asistentes. El joven superhéroe se demoró unos segundos en darse cuenta de que estaba siendo observado por Ojo Público.
“Eh... Hola, Ralph. ¿Todo bien?”
“Sí, sí. Todo bien”, respondió y luego caminó hasta el medio, en donde estaban los tres. Contó hasta cinco y luego le aplicó un fuerte golpe con la cabeza a uno de los asistentes, un puñetazo en la nariz al otro, una patada en la espalda al tercero y después esperó un instante a que Zap se diese cuenta de lo que pasaba. El muchacho merecía saber.
“¿Ralph?”, preguntó dando un paso para atrás. Ojo Público pudo ver cómo el muchacho estaba pensando en una ruta de escape. En ningún momento se le cruzó por la cabeza hallar una táctica para enfrentar a su atacante. No era ese tipo de superhéroe. Era del tipo cobarde. “¿Qué está pasando?”
“Lo siento, Gary.  Lobo necesita todo esto”
“¿Lobo?”, preguntó Zap levantando las cejas. “¿El anciano? ¿El loco que quiere regularnos?”
“No, no es loco. Es un visionario”, dijo. Y con eso le aplicó un fuerte golpe con su puño izquierdo. Zap cayó al suelo fuera de combate. Ojo Público entonces presionó un botón en la pulsera de metal que llevaba en su muñeca izquierda. Eso enviaría una señal a Lobo para que ejecute de inmediato el protocolo de extracción. Tenían poco tiempo antes de que Insel X enviase agentes a revisar.
O quizás ya lo había hecho.
Sintió movimiento detrás de él. Y en ese momento se dio cuenta de su error.
El conserje y la secretaria. Si Insel X quería infiltrar agentes para proteger a Zap sin que Baronesa Roja y Ojo Público lo supieran, no los habría infiltrado como
los asistentes de Zap. Él necesitaba técnicos que supieran de las tecnologías que iban a trabajar. Los habría infiltrado como el conserje y como la secretaria.
Ojo Público giró e intentó buscarlos con la mirada. Pero ya era demasiado tarde. El conserje, un hombre de unos 50 años que siempre parecía estar demasiado cansado, estaba saltando encima de él. Mientras tanto, la secretaria, que siempre había parecido demasiado floja y torpe para lo que sea, estaba agarrando a Zap y arrastrándolo fuera del área del conflicto.
“¿Cómo...?”, el conserje le aplicó un golpe en la cara, pero Ojo Público estaba entrenado para recibir eso y mucho más. El agente lo sabía, porque de inmediato sacó de algún bolsillo una especie de moneda. Se la lanzó y por magnetismo se le pegó a la parte de metal de su uniforme. Luego emitió una descarga etléctrica que dejó inconciente a Ojo Público. Cayó al suelo de espaldas. El conserje no paró ahí. No quiso correr riesgos innecesarios. Sacó de un bolsilló una jeringa y se la inyectó al cuello de Ojo Público. Luego se volteó hacia la secretaria. Ésta le hizo un gesto con una mano para indicarle que Zap estaba bien. Y recién entonces se dieron cuenta de que estaban siendo observados.
“Mis respetos a Insel X”, dijo Lobo, que estaba parado en una esquina del taller desde hacía unos minutos. “Realmente me sorprendió. No habría pensado que ustedes dos estarían aquí de incógnito. No son superhéroes, porque los conocería. Son agentes de algún servicio de inteligencia. Me arriesgaré a preguntar. ¿Son británicos?”
Ninguno de los dos dice nada. No tienen tiempo. Ambos son alcanzados por dardos disparados desde rincones del taller. Ahí Lobo tiene a dos aliados que ingresaron sigilozamente y se instalaron durante la pelea.
“Rápido, no tenemos mucho tiempo”, dice Lobo moviéndose hacia el medio. “Ustedes dos carguen a Ralph. Tenemos que sacarlo de aquí. Y ustedes tres carguen con los prototipos.”
Mientras los acompañantes de Lobo corrían para hacer lo que se les había indicado, el mismo Lobo caminó hasta Zap y revisó que estuviera bien. Luego hizo lo mismo con los tres asistentes que Ojo Público había derribado. Finalmente se paró y se retiró del lugar por donde había entrado: Un hueco en el techo que daba a un ducto, el cual a su vez llevaba a un transporte que lo estaba esperando levitando junto al edificio.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario