miércoles, 4 de febrero de 2015

NEUSUD - Telekinesis 5: Aprehensión

Autor: Gerardo Espinoza
Ilustración: Gerardo Espinoza


El camino a la costa estaba repleto de curvas, los accidentes eran frecuentes y normalmente se veían vehículos averiados cada tres kilómetros. Dorian relacionaba estas fallas al fenómeno que jodió los celulares y aparatos eléctricos, algo que en realidad podría tener sentido a pesar de sus explicaciones peregrinas. Ponía de ejemplo al GPS que variaba las coordenadas equivocando las rutas o la computadora interna de la camioneta que fallaba inexplicablemente; fallos como estos provocarían accidentes fatales. Estaba convencido de que la tormenta solar seguía jodiendo los artefactos electrónicos y nadie podía hacer nada al respecto.
Dorian detuvo la camioneta y bajó junto a Farid, apagó el motor y las luces esperando presenciar aquel fenómeno que a los pocos segundos empezó a oírse.
-Parece un motor lejano que se enciende una y otra vez– comentó Dorian.
-Siempre quise saber de dónde viene– dijo Farid.
Ambos mantenían su atención mirando al cielo y a todas direcciones sin acertar el origen del sonido que remecía la atmósfera en aquel paraje desolado. Aquella resonancia recordaba los instantes previos a un terremoto.
-Recuerdo las madrugadas en mi departamento intentando escribir mis primeros libros; estos sonidos retumbaban siempre pasadas las dos de la madrugada. Eran muy exactos, se repetían por más de quince minutos y paraban. Luego, un minuto después, empezaba un ciclo intermitente. No había forma de cronometrarlo.
Farid también había notado esas características, incluso a veces grababa el sonido en sus partidas online de Oblivion cuando coordinaba estrategias de madrugada.
Instantes después continuaron el viaje. Llegaron a la avenida Panamericana, más adelante unas luces advirtieron a los viajeros de una batida militar. La fila de vehículos particulares e interprovinciales se extendía por casi doscientos metros y eran inspeccionados por soldados armados que parecían recibir órdenes de una persona de traje negro.

-¡Maldita sea!– exclamó Dorian mientras detenía el vehículo.
Farid no entendía el stress repentino de Dorian. Creía que estas intervenciones eran normales en carretera.
-Sígueme la corriente – dijo Dorian bastante incómodo.
Pronto llegaron dos soldados; uno apuntaba la placa y el otro revisaba debajo del chasis con una linterna. El primero se acercó a la ventanilla de Dorian que al instante le entregó el brevete y DNI.
-Necesito la identificación del niño,– dijo el soldado mientras alumbraba el rostro de Farid.
-Es mi cuñado, lo estoy llevando a Lima de emergencia. Se llama Yuri Abellán y no trae DNI.
-¿Yuri?– repitió Farid en voz baja sin entender por qué Dorian lo llamó así.
De pronto el otro soldado alumbró del lado de Farid y permaneció mirándole el rostro unos segundos. Sacó una radio del bolsillo y habló con su superior, luego hizo una seña al primer soldado que interrogaba a Dorian. Instantes después, un tercer hombre se acercaba lentamente a la ventanilla de Dorian, amablemente ordenó que bajara de la camioneta. Dorian obedeció e indicó con un ademán a Farid que permaneciera quieto.
-Señor Dorian Valdivia, soy el agente Gamboa; debo hacerle un par de preguntas.
-De acuerdo, estoy acá para ayudar, dígame,- respondió Dorian.
Gamboa lo miró de pies a cabeza y ordenó que el joven acompañante también baje.
-¿Dijo que se dirigía a Lima, señor Valdivia? ¿Es eso cierto?
-Es completamente cierto, me dirijo a Lima, acompaño a mi cuñado al hospital,- respondió Dorian muy convencido.
-¿Hace cuánto no viaja a Lima?
-Soy limeño; de hecho, he estado en San Pedro la última semana y recién estoy de regreso. Mire, soy pintor y he participado en una exposición,– le mostró un volante que guardaba en el bolsillo de la chaqueta.
-Ya veo, no sabía que era usted un reconocido pintor.
Gamboa estaba algo asombrado y se notaba por la mueca en su rostro.
-Descuide, seré breve,- continuó,- ¿podría decirme si ha visto algo “extraño” en estas últimas horas? Han ocurrido ataques terroristas en varias ciudades del país y nos vendría bien saber si vio algo sospechoso.
-¿Sospechoso como qué?– agregó Dorian.
-Jóvenes andando en mitad de la pista aparentemente drogados. Creemos que llevan algún tipo de carga explosiva. ¿Ha visto algo parecido, señor Valdivia?
-Lo siento, no acostumbro ver las noticias, no estaba enterado ni creo haber visto nada,– Dorian empezó a ponerse nervioso.
Gamboa asintió y sacó una tablet del traje. En ella ubicó una serie de fotografías.
-Por favor, dígame si ha visto a estas personas.
Empezó a pasar una a una las imágenes, la mayoría eran jóvenes de mediana edad y un par de la misma edad de Farid. Dorian no reconocía a ninguno pero Farid empezó a horrorizarse cuando descubrió a dos de sus compañeros de Oblivion. No dijo nada pero su lenguaje corporal lo delataba. Gamboa lo notó de inmediato.
-¿Cuál es su nombre?– preguntó, dirigiéndose a Farid.
-Yuri Abellán,– respondió Farid lentamente y poco convencido.
-Señor Abellán, estas personas son de su edad. ¿Las ha visto alguna vez?
-Creo haberlos visto en la convención de Oblivion; son gamers experimentados,– dijo en voz baja.
-Ellos están desaparecidos, aún no determinamos si son terroristas. Hace unos días se les vio cerca de dos explosiones simultáneas en centros comerciales. Todavía no sabemos sus identidades. Señor Abellán, ¿podría darnos más información sobre ellos?
-No entiendo muy bien esto: ¿los jóvenes son sospechosos sólo por estar cerca de las explosiones?- interrumpió Dorian.
-Las cámaras de seguridad captaron a este individuo entrando al centro comercial, permaneciendo por horas dentro. Luego, inexplicablemente, aparece fuera del local segundos antes de la explosión. Y no es todo, minutos después, en otro distrito de Lima, una explosión similar y otro joven aparecen de la nada milésimas antes del estallido. No puede ser casualidad.
Dorian estaba sorprendido al oir estas cosas, sus sospechas se confirmaban con cada palabra dicha por Gamboa.
-Señor Abellán, le hice una pregunta. ¿Podría darnos información de estos jóvenes que dice conocer?
Farid Alzó la mirada sin decir una palabra, sabía quiénes eran, pero pasase lo que pasase no los traicionaría. Pese a que sólo sabía sus pseudónimos, era suficiente para averiguar quiénes eran en la vida real. Sin duda “Mr. B” y “Axier” eran dos de los mejores en Oblivion, dos de los mejores aliados que pudo tener, y ahora estaban en un problema similar al suyo.
-Disculpe, sólo me topé con ellos en alguna convención de gamers, pero no sé cuáles son sus nombres o nicks.
Gamboa hizo una sonrisa sarcástica y dejó de preguntar. Entregó el DNI a Dorian y finalizó la intervención.
-Pueden continuar su camino. Su placa será registrada, señor Valdivia, y su número de identificación. Gracias por su cooperación.
Dichas estas palabras, Gamboa se retiró más adelante donde lo esperaba un auto negro.
Dorian cerró los ojos y con algo de enojo exclamó:
-¡Carajo! ¡Vas a tener que aclarar muchas cosas si quieres que te lleve a la ciudad!
Subieron a la camioneta que de inmediato empezó a andar, Dorian volteó la cabeza y preguntó:
-¿Quién carajos eres?



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