lunes, 27 de octubre de 2014

The Zone 2: El nuevo compañero

Autor: Alonzo Yzasiga
Ilustración de Dashield Warren Klay

La antesala donde esperaba Kate Mills era acogedora, el piso estaba cubierto de una alfombra que ella juzgó de primera calidad y también muy costosa. En realidad todo el ambiente hacía gala tanto de buen gusto como de ostentación económica; Kate imaginó que era el trabajo de un diseñador profesional al que se le había dado carta libre para no reparar en costos, de esa manera tanto el tapiz como las macetas, cuadros, muebles, lámparas e incluso cortinas contribuían a crear un clima de grandiosidad que hablaba mucho de la importancia de la persona con la cual los visitantes deseaban entrevistarse, o por lo menos fue bosquejado para tal fin. Kate llevaba ya unos veinte minutos en dicho vestíbulo y se preguntaba cuánto tiempo más tendría que aguardar; de vez en cuando miraba a la recepcionista rubia que atendía los teléfonos y ésta le ofrecía una sonrisa de conmiseración como diciéndole, un minuto más, pronto la atenderán. La recepcionista llevaba el cabello liso y suelto; era sin dudarlo una de esas preciosidades que esperaba triunfar como modelo o actriz y que mientras tanto desempeñaba algún oficio redituable para poder pagar las cuentas. Era además muy joven. Kate también era joven pero no tanto como la chica rubia, y mientras ésta aún estaba por labrarse un futuro incierto, ella ya era una detective de policía, que pese a ello no dejaba de envidiar su color de cabello; los hombres siempre preferirán una rubia ingenua a una pelirroja amargada, se dijo, mientras devolvía la sonrisa.
- Detective, acompáñeme, la gerente general la atenderá en estos momentos.
La secretaria personal de Claudia Valviery la sacó de sus ensoñaciones.
- Gracias, pensé que tomaría más tiempo – exclamó risueña Kate mientras se ponía de pie y acompañaba a la secretaria, una mujer de treinta y tantos años que si bien era simpática no transmitía la dulzura de la recepcionista.
- Debe comprender que ante la pérdida del señor Rómulo, todos hemos estado demasiado ocupados- respondió secamente la secretaria, subiéndose las gafas a manera de reproche.
La detective Mills optó por mantenerse en silencio, no le caía bien esa mujer de cabello castaño claro amarrado, seria, incómoda, que sin embargo no ocultaba una silueta bien formada trabajada en el gimnasio.

- Creo que está bromeando, detective, mi hermano y yo accedimos a recibirla pensando que la policía se mostraría imparcial. Me sorprende que venga a repetir lo que afirma la prensa amarillista– señaló airada Claudia Valviery.
- Solo estoy tratando de ayudar; si su padre estuvo involucrado en negocios ilícitos con Ray Fire sería conveniente que aquello salga a la luz, de esa manera su asesino terminaría en prisión.
Kate Mills hablaba en vano, su intento de ganarse la colaboración de los herederos Valviery era infructuoso. Tanto la hija mayor, Claudia, de veintiocho años, sentada en el escritorio principal, que la señalaba como la nueva mandamás de la empresa, como su hermano Michael, dos años menor, acomodado en el diván a su izquierda, jugueteando con su reloj de diamantes, parecían mirarla como a un bicho raro. No ayudaba tampoco el rictus inquisitivo de la secretaria personal que se encontraba, cual estatua, al lado de la nueva gerente de la compañía.
- Si intenta decirnos que mi padre no tiene ya nada que perder porque está muerto y lo que importa en realidad es detener a ese monstruo, se equivoca. Él fue un filántropo que en vida no hizo más que ayudar al progreso de esta ciudad. Golden City le debe mucho. Manchar su buen nombre es perjudicar tanto su memoria como la imagen de esta compañía. Investigue a ese fenómeno lanzafuego, él es el homicida y el criminal en este asunto.
Viéndolos indignados, con sus elegantísimos trajes italianos, con el cabello ondulado, sus ojos acaramelados y su porte de princesa griega, ella; su peinado engominado hacia atrás, sus labios sonrosados y su imagen de playboy, él; a la detective Mills solo se le ocurría una palabra que los describía: mafiosos. No hablarían ni cooperarían a menos que  lo consideraran debidamente necesario.
Se le ocurrió un último intento.
- Traten de razonar, su empresa de por sí ya está sindicada a acuerdos turbios y actos de corrupción. Un fiscal avispado pronto se mostrará interesado. ¿No sería lo mejor que ustedes mismos se deslinden de aquello declarando todo lo que saben? ¿De qué sirve salvaguardar la memoria de su progenitor si Ray Fire no es condenado?
- Creo que es suficiente, no estamos dispuestos a soportar más preguntas ofensivas. Brenda, haz el favor de acompañar a la detective Mills a la salida.
- Gracias, pero yo puedo sola. Si cambian de opinión, llámenme.

Roger Marshall dejó escapar un bufido cuando Kate Mills terminó de narrarle su entrevista con los hermanos Valviery, luego sorbió su taza de café.
- Mmm, ¿deseas que te sirva un vaso?
- No, así estoy bien.
La oficina de Marshall estaba pulcramente ordenada pero aún de esa manera se veía achicada por tantos formularios, folders y documentos que se encontraban apilados en varias esquinas. El director de investigaciones era un cincuentón que parecía ser dueño todavía de una gran fortaleza física pero que el destino había deparado la suerte de un burócrata, pese a ello daba la impresión de estar siempre vigilante, observando no solo a Kate sino también el ir y venir de los demás oficiales de la estación a través de la ventana de su despacho; quizás una actitud rezago de sus mejores años.
- Era lógico que se mostraran indignados, tienen una reputación que mantener, así es la gente de negocios. Lo absurdo hubiera sido que accedieran a tus pretensiones de desacreditar a su padre.
- Era la oportunidad de mostrarse como ciudadanos honorables además de castigar a ese facineroso con poderes- replicó la agente defendiéndose del reproche velado de su jefe.
- Puede que tú lo veas así, pero ellos no. Como sea, vas a tener que indagar otras pistas si quieres probar los entuertos del finado Rómulo.
- Sabes que ese no es mi objetivo en este caso.
- ¿Ah no?
Kate pasó un poco de saliva mientras fulminaba con la mirada a Marshall.
- Quiero ir tras The Zone.
El director de investigaciones dejó escapar otro bufido mientras se reclinaba en su asiento cruzando los brazos. Tenía cierta simpatía por Mills, le impresionaba sus logros. Venía de Mellkou City y a pesar de tener dos hermanos mayores hombres, fue la única de la familia que decidió seguir los pasos del abuelo materno como policía. Ingresó a la academia con puntaje sobresaliente y a lo largo de su preparación destacó como una de las mejores de su promoción. A sus veinticuatro ya había sido ascendida a detective. A pesar de bordear por escaso margen la altura mínima exigida de metro sesenta y cinco la muchacha pelirroja era una buena luchadora y, sobre todo, dueña de una puntería excelente.
- Deja a los fenómenos para los federales y concéntrate en Valviery. Si el asunto se pone peliagudo, la comisión de registro evaluará iniciar su propia investigación. No quiero desperdiciar mi tiempo si al final nos quitan la jurisdicción sobre el tema– respondió Marshall restándole importancia al asunto.
- Dame este caso, Roger, o te arrepentirás. Te doy mi palabra que conseguiré las pruebas que los incriminen a ambos, tan solo eso. Después será labor de la fiscalía.
- Dios Santo niña, no te marcharás de aquí si no te sales con tu gusto. De acuerdo, ok. Pero solo con una condición.
Kate Mills sonrió ya más calmada.
- Dime cuál es.
- La comisión de registro nos obliga en estas situaciones a trabajar de manera conjunta con algún miembro del DISM. Busca a John Wilkins, él será tu compañero.

Las oficinas del DISM (División de investigación para situaciones con metahumanos) se encontraban alojadas en la estación central de la policía. Kate se mostró fastidiada de tener que dirigirse en metro a dicho lugar puesto que Marshall le había confiscado su vehículo después de advertir que éste pertenecía a la Unidad de Investigaciones Especiales, mientras que el DISM respondía directamente a la jefatura principal. La estación era amplía y externamente se asemejaba a una fortaleza antigua; Kate cruzó a empellones la puerta de recepción y se entrevistó con una mujer morena en uniforme; le enseñó su placa y le entregó el formulario expedido por su jefe. La oficial leyó desganada el documento y señaló hacia arriba.
- Tercera planta al extremo izquierdo. Sube por la escalera, el ascensor está descompuesto.
Mientras ascendía un nivel tras otro, Kate se dio cuenta de que el aspecto de los pisos iba desmejorando; el edificio constaba solo de cinco plantas pero ya la tercera daba muestras de grietas, además de paredes descascaradas y sucias que necesitaban de un urgente mantenimiento y varias manos de pintura. Las oficinas del DISM conectaban a un vestíbulo general cuya puerta al pasadizo, para satisfacción de la detective, se encontraba entreabierta; empujó aquella produciendo un chirrido de bisagras que alertó a los demás de su presencia.
Tres pares de ojos observaron a la mujer pelirroja; pertenecían a un hombre obeso, uno delgado y a una mujer mayor. Los dos hombres prosiguieron sentados en sus respectivos escritorios y continuaron tecleando en sus computadoras como si restaran importancia a lo que acababa de suceder, la señora, en cambio, se acercó a la agente.
- Bienvenida querida, soy Harriet Lawson, secretaria de este cubículo, ¿Tú también eres metahumana?
La joven prefirió ignorar la pregunta.
- Kate Mills, investigadora. Vengo por órdenes del UIE para un trabajo en colaboración con John Wilkins, ¿Cuál de los caballeros tendrá el honor?
Tras esto, los dos hombres volvieron a percatarse de la presencia de Kate. El hombre delgado, un metro más alejado que su compañero, la observaba lánguidamente a través de unas gafas de “luna de botella”. Poseía unas pequeñas entradas y un corte raso. Tenía cuarenta y siete años pero asemejaba unos más. La melancolía reflejada en su rostro fue confundida por Kate como signo de interés, así que dio un paso a donde se encontraba.
- ¿Jhon Wilkins?- inquirió, pero el hombre gordo intervino.
- No, nena, te equivocas; ja, ja. Él es Mayron Stewart, recopilador de datos y analista, además de, por supuesto, nuestro hacker personal, eso claro, cuando no está desperdiciando su tiempo en apuestas virtuales. Acércate a su monitor y seguro verás que está jugando póker en línea. Yo soy Jhon.
- ¿Wilkins?
- Claro pequeña, el mismo que viste y calza, ¿en qué puedo servirte?- profirió el hombre. La detective Mills lo estudió. El tipo, ya maduro, no solo era obeso sino también bastante feo; más que policía parecía un camionero, llevaba el cabello grasiento y la camisa sudosa. Volteó a observar a Stewart por si este desmentía la afirmación emitida pero aquel se encontraba de nuevo absortó en su computadora. La oficial se resignó a trabajar con el rollizo  cincuentón.
- Es acerca del caso Valviery, creo que podemos indagar acerca de…
- Basta Rudolph, no le veo la gracia – intervino la secretaria, ahora dirigiéndose a Kate – este no es John, sino el maleducado de Rudolph Skinner, muchacha, la oveja negra de esta división, rescatable solo porque es capaz de recabar información en los bajos fondos.
- Oh. Harriet, eres una aguafiesta.
- Y tú un desvergonzado.
- Creo que la señorita aquí presente es lo suficiente madura como para aceptar un pequeño chiste, ¿no es así Mayron?- Skinner giró la cabeza buscando el apoyo del tipo descarnado.
- Yo tengo sesenta años y no me ha dado ni una pizca de risa, ni una pizca- sostuvo Lawson – Basta ya de tomarte todo como si fuera un juego.
- ¿Escuchaste eso Stewart?, dice que me tomo todo como si fuera un juego.
- Deja de tratarme como un maldito ludópata Skinner, a mí tampoco me dan risa tus bromas, ni tus indirectas.
Aquello ocasionó las carcajadas del orondo policía.
- Juego de palabras amigo, juego de palabras… Oh santo cielo, “juego”, lo hice otra vez; ja, ja, ja. Perdóname Mayron; ja, ja, ja.
La joven pelirroja sentía que perdía el tiempo, se dispuso a despedirse y regresar más adelante.
- Por favor, dígale al detective Wilkins que se comunique conmigo. Le voy a dejar mi número…- dijo a la secretaria mientras sacaba un bolígrafo.
- No creo que sea necesario, acaba de llegar- manifestó la señora Lawson tomándola suavemente por la muñeca.
Kate volteó imaginando que conocería a otro hombre mayor tan o más perdedor que Mayron o Rudolph, pero eso no ocurrió. En su lugar se encontró con un hombre rubio, de metro setenta y cinco, cabello lacio y bien peinado. A sus treinta y dos años Wilkins poseía un cuerpo atlético, era atractivo y su rostro semejante al de un príncipe de cuento de hadas provocaba que muchas jovencitas enmudecieran al verlo. Que ostentara, además, unos ojos azules índigos, participes de una mirada penetrante, fue una combinación completa que ocasionó un breve estado de estupefacción en la chica pelirroja.
- Aquí vamos otra vez, Jhonny, ¿no será eso también parte de tus poderes?- masculló Skinner envidioso, para luego mordisquear la hamburguesa que se encontraba desayunando mientras proseguía con sus labores.
- John Wilkins. Un placer detective Mills – saludó el agente del DIMS extendiendo su mano.
La impresión de Kate fue de ingenuidad y luego de asombro. ¿Qué hacía un tipo como Wilkins en ese lugar?, la oveja negra no era Skinner sino él, no solo por su aspecto físico sino por su perfume, su camisa, su corbata, su jean que le daba al mismo tiempo un aire casual y deportivo.
- El director Marshall me informó sobre el caso. Si desea pasemos a mi oficina; aunque creo que le agradaría más si vamos de una vez por nuestro primer sospechoso.
- ¿Sospechoso?
- Ray Fire por supuesto.
La sola mención de aquel nombre provocó que la detective Mills saliera del ensimismamiento en que se encontraba para que se apoderara de ella otra vez la enérgica motivación que la convertía en la policía ejemplar que sus superiores destacaban. Asentó el tono de voz más profesional que encontró.
- Vamos por él. Ya coordinamos durante el camino.

Mills prefirió esperar a las afueras de la estación mientras Wilkins  retiraba su vehículo del aparcamiento subterráneo; eso le permitió enfocarse en la situación. No creía que interrogar a Fire sería cosa sencilla por lo que era imperioso estar debidamente concentrada. Era cierto que el aspecto de su nuevo colega la había impresionado; estaba también el hecho de haber llegado a Golden City hace algunos meses y dedicarse de lleno a su trabajo sin establecer relaciones afectivas de ningún tipo. Era de la clase de personas que podían dejar las emociones de lado para desenvolverse con mayor efectividad, pero su juventud, su condición de mujer y la atracción innegable que sentía por aquel sujeto le jugarían en contra si no tomaba las previsiones del caso. Esto era un asunto oficial, ella una agente del orden y como tal debía desenvolverse. No se permitiría volver a perder la compostura.
La impresión inicial que tuvo de Wilkins fue menguando una vez que vio su automóvil. El carro de éste no era de los modelos entregados a los agentes por las fuerzas de seguridad; no era tampoco un modelo mejor; por el contrario, era uno sencillo, clasemediero y quizás obtenido de segunda por medio de un remate, porque algo era cierto, el vehículo le pertenecía al detective del DISM. Aquello le supo mejor a Kate, su “príncipe” cada vez le resultaba más real, más humano. Subió al carro convencida de que al final del día vería a su acompañante como un ciudadano ordinario más.
- Iremos a interrogar a Haggerty en Nebula N; una agencia de publicidad de Miracle Future. Según tengo entendido desde comienzos de la semana se encuentra grabando spots que le permitan recuperar su alicaída imagen como héroe de la ciudad.
- No me sorprendería que al final del mes estos metahumanos vuelvan a estar en la cresta de la ola – sostuvo Kate, no dándose cuenta del matiz despectivo que le había otorgado a sus palabras.
- ¿Se refiere a The Zone o a los metahumanos en general detective?
- A The Zone por supuesto- respondió Mills ruborizándose.
- Oh bien, solo espero que no sea una especie de metaracista o algo parecido, si es que cabe el término- sostuvo Wilkins sonriéndole.
- No, claro que no, es solo el tema de ver a estos vigilantes creyéndose que pueden estar más allá de la justicia. Si ya de por sí es algo negativo, imagíneselos con poderes.
- También tiene opiniones desfavorables de los superhéroes entonces.
- Le repito que no tengo nada en contra de los metahumanos; más aun, me parece una bendición que uno de cada diez afectados haya podido sobrevivir a la exposición del accidente Solarum. Tampoco estoy en contra de los superhéroes, pero sí de aquellos que se rigen por sus propias reglas.
- Bueno, en la división casi todos somos antiguos superhéroes. Esto hasta la llegada de The Zone; quizás deba agradecerles el habernos dejado sin trabajo, después de su aparición fue difícil conseguir auspiciadores.
- ¿Por eso ahora trabajan para la policía?
- No, claro que no, tanto Stewart como Skinner pertenecían al cuerpo antes del accidente. La señora Lawson sí apareció al poco tiempo de crearse la unidad. Por cierto, también es metahumana, aunque debe poseer más de un poder especial para mantener el sitio en orden y algo impecable.
- ¿Ella también fue una heroína?
- Si te refieres a si vestía traje y capa, pues no; pero creo que hizo pequeños trabajos en su comunidad. Con respecto a los otros, el paso de Mayron fue breve, no me acuerdo cuál era “su identidad secreta”, como fuere, su personalidad apática le hizo renunciar y a los pocos meses se integró de nuevo a las filas de la policía. Skinner duró un poco más, le decían BigTank, pero se hizo viejo, eso sumado a los excesos ocasionó que perdiera a la mayoría de sus fans, ya no era un negocio para nadie, parecía más bien una celebridad caída en desgracia. Sin embargo, antiguos conocidos en la comandancia general lo ayudaron a volver y le dieron el mando del recién formado DISM.
- No creo que les guste recordar su pequeño pasado.
- Por el contrario, detective Mills, si no se fijó bien, verá uno que otro cuadro en las paredes del vestíbulo añorando aquellos tiempos. No sé cómo Skinner podía meterse en ese traje de látex oscuro, la verdad- expresó burlonamente Wilkins.
- Llámeme Kate si desea.
- Solo si me llama John.
- Muy bien John, dígame, o mejor dicho dime, ¿a qué te dedicabas antes de trabajar como detective del DISM?
- También era un superhéroe, aunque no era la gran cosa. Hubo un momento en que mis poderes iban y venían. Eso y The Zone provocaron mi retiro.
- Vaya, pero, o sea, antes de superhéroe, antes del accidente Solarum, a qué te dedicabas, ¿eras modelo o algo así?
- ¿Modelo? No, no; ja, ja, pero sí llegué a posar para un calendario, créeme, por una buena causa. Era bombero.


3 comentarios:

  1. Harriett lawson? En serio?

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    1. Aunque suponemos que ya lo sospechas: el nombre proviene de los personajes de la serie Small Wonder. El autor se considera un fanatico de dicho programa y esta fue una pequeña forma de rendirle tributo. ¡Gracias por seguirnos!

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    2. Lo sospeché
      Desde ahora ese personaje tendrá su rostro
      saludos a Alonzo

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