domingo, 3 de mayo de 2015

The Zone 5: La comisión de registro

Autor: Alonzo Yzasiga

Ilustración: Dashield Warren Clay

Marcus Bridges se adelantó iracundo por el muelle portuario, un paso más atrás se encontraba su asistente adjunto, Davidson. Marcus era un agente federal con mal carácter, poco analítico y muy inclinado a la acción, algo que resultaba un tanto atípico para una agencia caracterizada por la investigación concienzuda del delito criminal. Se decía del FBI que podía atrapar más culpables por medio de un trabajo de laboratorio que interrogando sospechosos; sin embargo, Bridges parecía la encarnación de un agente de los años treinta luchando contra la prohibición o siguiendo la pista de famosos asaltantes de bancos, siempre a punto de saltar sobre el cuello de los delincuentes para darles una soberana paliza. Al menos eso había sido algo propio de sus años más mozos, ahora a sus 45 años luchaba por refrenar sus ímpetus, los que se reflejaban en su tono hosco, su cara ceñuda y sus gestos altaneros que transmitían la imagen inequívoca de alguien dispuesto a solucionar las cosas a punta de puñetazos. A pesar de las décadas transcurridas todavía conservaba rezagos de su época juvenil cuando practicaba fútbol americano. Era un hombre de contextura gruesa y de fuertes brazos que se incomoda por utilizar el terno obligatorio solicitado por su institución. Aunque no un fanático, trataba de asistir, por lo menos una vez cada dos semanas, al gimnasio para realizar unas cortas sesiones de levantamiento de pesas buscando conservar su buen estado físico.
Tras los sucesos de la planta Zolarum, con la aparición entonces de los metahumanos y al decretarse la Ley Dewey, el gobierno tuvo a bien crear el Departamento de la Comisión de Registro como una instancia anexa a la Oficina Federal de Investigación, aunque todo el mundo sospechaba que sus archivos eran compartidos a su vez tanto por la rama logística del Ejercito como por la CIA. Marcus Bridges había hecho carrera como agente de campo en diversas acciones contra las mafias de la costa este, y justamente ello lo convirtió en el candidato idóneo para ser designado agente especial de operaciones de la Comisión de registro. Su trabajo consistía en el arresto o persecución de los metahumanos que incumplían las normativas de la Ley Dewey, acto nada grato cuando se comprendía que se trataba de seres con poderes dispuestos a utilizarlos con tal de no ser detenidos por la justicia, sin importarles por supuesto el daño colateral que pudieran causar a los testigos  y mucho menos a sus perseguidores.

Eran los primeros días de invierno, el verano se había despedido con fuerza pero ya empezaba a hacer frío y a correr un viento helado; tal cambio abrupto molestaba al agente Marcus quien sacó un paquete de cigarrillos nuevo y se detuvo un instante para retirar la tira de seguridad de la cajetilla. Una vez extraído el primer cigarro se dio cuenta que no llevaba nada con que encenderlo pero prontamente fue auxiliado por su asistente, el agente Davidson, quien le tendió su encendedor.
William Davidson era todo lo contrario que su compañero, con sus 35 años era la representación del agente modelo, acorde con los tiempos modernos. Siendo muy joven se había recibido de la universidad con un título en ciencias políticas, destacando por sus notas académicas sobresalientes al punto de encontrarse entre los primeros puestos y ser designado para dar el discurso de honor de su promoción en la ceremonia final de graduación. Pese a ello, declinó, puesto que imaginaba que hubiera sido una contrariedad ya que ya había decidió no dedicarse a dicha carrera sino más bien ingresar al FBI. Sus superiores en la Oficina Federal de Investigación notaron su alta capacidad intelectual, incluso le dejaron entrever que mejor postulara al servicio de inteligencia, pero William se aferró al sueño de ser agente federal y no cejó en su empeño. El único problema fue una pequeña dificultad en su visión, nada grave, pero que sin embargo lo obligaba a llevar lentes, pese a ello, debido a los resultados obtenidos en sus exámenes de evaluación dicho asunto fue pasado por alto.
Mientras exhalaba el humo de su cigarro, Bridges lanzó una mirada adusta a la pareja del DISM que se encontraba interrogando a uno de los detenidos. Pasó el dedo pulgar por su bigote pronunciado y lanzó el cigarrillo al suelo cuando este ni siquiera se encontraba por la mitad. Aquello sucedía siempre que se encontraba verdaderamente enojado, tan solo lanzar unas pitadas lo ayudaba a calmarse para no dejar que las emociones lo dominaran.
-Vamos– instó Marcus a su compañero, mientras pasaba una mano por su cabello crespo, una manía que ponía de manifestó cada vez que se preparaba a conversar con personas a las que desconocía.
-Solo trate de no ser tan prepotente.
-No es prepotencia si conseguimos que estos ineptos del DISM no entorpezcan nuestro trabajo.
Marcus llegó al encuentro de Kate y John justo cuando aquellos devolvían al detenido junto al resto de sus compañeros.
-Detectives, espero que no lo tomen a mal pero deberían retirarse. Soy el agente especial Marcus Bridges del Departamento de la Comisión de Registro. Ustedes están interfiriendo sobre nuestra jurisdicción.
-Estamos llevando a cabo parte de nuestras investigaciones. Necesitamos saber si este hecho es la respuesta a la acusación de Morton contra Fire– sostuvo Mills.
-Creo que uno de los oficiales ha sido claro en señalarles que pueden leer el informe respectivo. Yo soy más explicito en afirmar que no tienen la autorización respectiva para realizar labores de investigación en este lugar, al menos no en este momento –manifestó Bridges mostrando su placa y certificación como agente federal.
-La víctima era un testigo importante en nuestro caso. Era por cierto un metahumano, quizás su asesino también lo sea. No estamos violando los procedimientos- adujo Jhon.
-Nosotros podríamos resumir la situación como una simple identificación del culpable para que podamos proceder al arresto sin necesidad de que el DISM  intervenga. Pueda que incluso no exista ningún metahumano involucrado, lo que nos dejaría a ambos libres de dicha carga laboral- sonrió el agente.
-Eso lo dudo- interrumpió Davidson.
-¿Cómo?
-Es evidente que todas las particularidades apuntan a que el homicida sea alguien con poderes; sobre todo por el hecho de ingresar a una bóveda sin abrir la compuerta y dejar el cadáver de Morton con el cuello destrozado. Sumémosle a ello la nula visualización de su identidad – en esto Davidson extrajo un block de notas buscando la página donde había realizado sus apuntes – según los testigos, el atacante se movía con suma rapidez, incluso se podría decir que aparecía y desaparecía de un lugar para trasladarse a otro con suma facilidad.
-¿Lo cual nos revela que se trataba de un metahumano?
-Lo que nos revela que pudiera ser un metahumano con superfuerza y quizás con hipervelocidad- continuó William mientras se acomodaba los lentes- pero lo más probable es que se trate de un Teletransportador, eso explicaría su ingreso y salida de la bóveda sin activar la contraseña.
-¿Por qué entrar rompiendo el tragaluz entonces? – interrogó intrigado John al agente de lentes y cabello engominado.
-Una maniobra de intimidación quizás, una manera de llamar la atención sorprendiéndolos y provocando que no reaccionen rápidamente. La parálisis del miedo es muy efectiva la mayoría de las veces. Yo podría comparar el ataque como si fuera un acto de magia bien realizado.
-Santo cielo Davidson, no vengas con ese tipo de alegorías en estos momentos – interrumpió Marcus con tono incomodo.
-Perdonen su brusquedad. Al agente Bridges le molesta mi insana afición por los magos más afamados de la historia- gesticuló imperturbable Davidson – Desde tiempos del gran Harry Houdini, pasando por el sorprendente Howard Thurston hasta llegar a nuestro magnifico Jules Mystere, todo buen mago sabe la importancia de distraer al público focalizándolo en determinada acción, dándole a él la oportunidad de realizar su truco respectivo. En este caso la distracción fue el miedo y el truco, al parecer, evitar ser reconocido.
-¿Al parecer?
-¿Por qué no simplemente dejar el cuerpo de Morton tirado en el piso?, ¿por qué teletransportarlo dentro de la bóveda? Simple, esto es un mensaje, el atacante está señalando que puede incursionar donde desee, sin que lo esperen y puede eliminar a quien guste sin dejar pista alguna. Es pues un acto de guerra. Se siente tan inexpugnable como el poder de invulnerabilidad que demostró cuando los proyectiles no le hicieron daño alguno. Bueno, eso es todo lo que he deducido de la simple información transmitida por la policía. Como verán detectives el hecho de que se les brinde solo un informe no imposibilita que con ello puedan sacar conclusiones que ayuden con su investigación. Les pediría por favor que esperen la entrega de mi reporte, les aseguro que seré sumamente detallista.
-Creo que ya no tenemos nada que hacer acá, así que los dejaremos trabajar. Pero primero contésteme dos últimas preguntas – solicitó impetuosa Kate.
-No pueden simplemente retirarse y dejar de molestarnos- exhortó malhumorado el agente Bridges.
-Dígame detective, ¿cuáles serían esas preguntas?
-¿Un mensaje para quién?
-Obviamente para el jefe o los jefes de nuestra fallecida víctima. Creo que es tarea de ustedes averiguar quiénes son; bien, ¿y la segunda interrogante sería?
-¿Sospecha de algún miembro de The Zone?
-En estas circunstancias sería imprudente descartar dicha posibilidad, sin embargo, para su desazón detective Mills, no existe ningún Teletransportador registrado en dicho grupo.

Entre las cosas más resaltantes que se podían observar en la oficina del Juez Murphy, ocupaba un espacio importante un librero francés hecho completamente de ébano, una antigüedad que databa del siglo XVIII y cuyos acabados recordaban el estilo rococó de las cortes palaciegas, sin embargo, para su dueño, la verdadera importancia de este radicaba en su contenido.  Se apreciaba allí una colección compuesta por varias obras clásicas de derecho, destacando particularmente un estante con ejemplares relacionados a La Ley de las XII Tablas, El Primer Código Jurídico chino, Las Constituciones de la Antigua Grecia, El Código de Hammurabi y estudios sobre La Ley Mosáica y el pacto sinaítico. Quizás para muchos la tenencia de aquellos textos correspondía al fruto de una vana egolatría pero lo cierto era que el magistrado los había adquirido en su etapa de catedrático cuando al encontrarse en contacto con las modernas bibliotecas de Golden City, decidió armar su propia compilación.
En el resto de la oficina se apreciaban varias diplomas y certificaciones enmarcadas junto a la foto del presidente de turno, además de otras tomadas junto a personalidades importantes del gobierno. Destacaba también la bandera americana en su asta respectiva; muy cerca a un busto de Justiniano I, otrora emperador bizantino, del cual el juez se consideraba un gran admirador y un erudito sobre su vida y legado.
Bryan Holder no solo sentía respeto por el magistrado sino también un poco de envidia puesto que el sexagenario Murphy era una figura importante en el ámbito del derecho internacional, quizás algo que dentro de veinte años él no conseguiría; no solo por sus lazos con los altos estamentos del gobierno, o su paso por la Corte Suprema, sino por la imagen de celebridad dentro de su campo profesional, algo que admiraba profusamente.
-No creo que solicitarme una orden judicial mediante una cita de emergencia sea lo más apropiado, Bryan- increpó huraño Murphy.
-Sé que no es la forma correcta, pero no podemos perder tiempo. Cada minuto juega en contra de la fiscalía. Como ejecutor de la ley esperamos que comprenda nuestra posición.
-No saque las cosas de proporción. No existe peligro alguno para que el proceso sea llevado por las vías pertinentes – interrumpió mordaz el magistrado – pero si desea puedo ordenar que se le brinde protección a su informante, e incluso también a su persona.
El fiscal Holder sintió el reproche velado y trato de dominar su enojo.
-No sería el primero en ser asesinado por cumplir cabalmente su trabajo, usted sabe mejor que yo lo que le pasó al Fiscal Miller por conseguir condenar al mafioso más importante de la ciudad.
-Espero no se tome a broma lo que sucedió con él- señaló ceñudo el juez- Fui yo quien condenó a Hudson a casi medio siglo en prisión. Todavía siento escozor cuando recuerdo que a los pocos días asesinaron a Steve junto a su asistente.
-Yo no quería exagerar su ilustrísima – en eso el fiscal señaló el folder que reposaba en el escritorio del magistrado – pero como verá nuestro principal testigo ha perdido la vida y justamente al acusado se le imputa ultimar a una persona. Fíjese en las pruebas, se debe proceder a su arresto.
Murphy volvió a abrir el expediente y echar otra mirada.
-Son interesantes pero insuficientes, la defensa no tardará en rebatirlas, quizás lo único que se consiga es ampliar el caso un poco más. Una vez otorgada la fianza el acusado tiene derecho a que toda prueba incriminatoria, siempre que no sea concluyente, sea analizada durante el juicio.
-Está afirmando entonces que mi papel de informante no es suficiente; que quizás Ray Fire sea declarado inocente – señaló el tercer hombre en la habitación.
-No he dicho eso. Simplemente doy a entender que su culpabilidad será dictaminada por el jurado. Mientras usted se mantenga sin involucrase en el caso, por más pruebas que ha brindado, no veo razón para proceder al arresto efectivo del acusado.
Michael Valviery se alejó de la ventana por la cual ingresaban las luces del mediodía y se acercó al escritorio donde se encontraban los dos funcionarios de la ley, acto seguido tomó asiento cerca al fiscal.
-Encarcele a ese mal nacido. Atestiguaré en el caso.
Daniel Murphy lanzó un suspiro acompañado de un gestó de pesadez.
-Bien, bien. Eso cambia las cosas.


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