viernes, 10 de abril de 2015

Flores de la muerte 4: Eterna sonrisa

Autor: Dan Lenovo
Ilustración: Bloody Zone

Mientras el último muertito del turno cruzo el umbral rumbo a la eternidad, estiraba mis brazos dejando que mis torturados hombros tomaran un descanso. La bruma del aburrimiento nublaba mi juicio, necesitaba encontrar algo con que divertirme o terminaría creando otra pandemia, y para ser sincera no quisiera repetir la reprimenda del jefe de cuando provoqué la última.
Tomé un vistazo alrededor de la sala de espera, en busca de algo que me distrajera de mis obligaciones un momento. Sentado en una silla al fondo se encontraba mi siempre leal cachorrito: un hombre fornido, con vestimenta típica del México revolucionario, camisas holgadas y un gran sombrero de piel.
-Panchito, cariño, puedes venir un segundo– ronroneé, pero aquel malhumorado hombre no me respondió. Intenté un par de veces más pero nunca funcionó, fue como a la quinta vez que rompió mi paciencia: -¡Veltesta!– grité furiosa.
Con un pequeño brinco que casi tumba su sombrero se levantó de su asiento y fue arrastrado hasta mí como si una cuerda invisible lo jalara. Cuando llegó conmigo, su rostro reflejaba una combinación entre sorpresa y enojo.
-¿Podrías recordarme quién eres?– pregunté de la forma más sarcástica posible.
-Soy Veltesta, la tercera cabeza de su cerbero, mi señora,– contestó de mala gana.
-Exacto, entonces sí lo sabes ¿explícame por qué decidiste ignorarme?
-Estaba dormido, mi señora,– contestó nervioso aquel viejo militar.
-¡Estás muerto desde hace más de un siglo, no necesitas dormir!– la furia en mi voz era evidente, –. Bueno, y ¿dónde están tus hermanos?.

Para esos momentos, ya estaba intentando calmarme lo más posible.
-Tretesta volvió hace unos días y se encuentra en su cuarto, mientras que Drittesta, aún sigue desaparecido, mi señora.
-Ah.– Un largo suspiro escapo de mis labios. –Bueno, y yo que quería jugar con los tres al mismo tiempo,– dije de la manera más sensual que pude.
-Pero aún puede jugar conmigo – contestó entusiasmado.
-No, me aburres.– pude notar cómo su rostro se deprimió de golpe a mi respuesta.- Creo que mejor voy a ver qué hacen mis juguetitos.
Veltesta tomó una de las muchas sillas del lugar y se sentó sin siquiera pronunciar palabra. Al mismo tiempo mis ojos se pintaban de blanco y mi boca comenzaba a pronunciar los pensamientos de mi linda Abril, la parca de las ejecuciones…
-Nos tomó más de una semana, pero al fin el chico nuevo aceptó seguir su destino y aceptar lo que es. Hoy es el día en el que todo comienza…

Mi cabeza duele nuevamente, tengo mínimo una semana sin siquiera hacer gritar a alguien, pero debo mantener la cordura. Por fin ha llegado, sus pasos son temblorosos puede verse su miedo con facilidad. Tengo que sonreír, yo estaba igual el día en que busqué mi distractor.
“Eres Tod, ¿verdad?”
Brillante pregunta, Abril, ahora va a creer que no le importas lo suficiente como para recordar su nombre. ¿Una risa? Parece feliz a pesar de que de sus ojos no dejan de brotar esas hermosas gotas cristalinas. ¿Por qué será que las lágrimas de felicidad son tan brillantes y llenas de vida, mientras que las de tristeza solo reflejan muerte?
Deja de decirme que te salve, yo no he hecho nada. Espero y mis mejillas no estén coloradas a este punto. Pongo mi mano sobre su hombro y rio de su chiste. Hacía mucho que no me sentía tan bien. Sus hombros son anchos y fuertes, a diferencia de los decrépitos hombros de Miguel.
“Descuida, estarás bien, yo estaré aquí sin importar qué suceda.”
Qué imprudente de mi parte, si algo sale mal no podré hacer nada. La puerta es azotada con fuerza, creo que di un pequeño salto. ¿Por qué soy tan patética? Es Miguel, su tez morena se ve más oscura de lo habitual. De los cuatro podríamos decir que él es el que tuvo menos suerte. Quedar atrapado en sus cincuenta años, nosotros por lo menos estamos en una juventud eterna. Qué linda, Samanta se esconde detrás de Miguel, ella siempre me ha parecido una niña demasiado tierna, a pesar de que es como un siglo más grande que yo, pero su edad biológica no debe ser mayor de 12 años.
Tod está tan nervioso que no sabe dónde colocar sus manos, tengo que admitir que él también es algo tierno. Y Miguel comienza a explicarle. Buscar un distractor es fundamental para una parca, nosotros perdemos la conciencia cuando nos sentimos perdidos, enfadados o en una situación de peligro. En ese estado podemos decir que la muerte que vive dentro de nosotros toma nuestro lugar, pero si hay que ser sinceros, ella no es muy lista, nos comportamos como una bestia que solo desea probar la sangre de quien sea. Es por eso que buscamos un distractor, algo que nos haga olvidar ligeramente nuestras emociones, que nos permita usar los poderes de la muerte sin perder el conocimiento. Por lo general  es algo que hacíamos antes de morir, en mi caso yo silbo la marcha de la alegría, aún recuerdo cómo mi padre me enseñó.
Vaya, no me di cuenta, Miguel ya ha puesto en trance a Tod. Pobre, basta con  ver cómo se retuerce en el piso como una lombriz cualquiera. Viendo esa cara me recuerda cuando yo busqué mi distractor, las imágenes que veía eran horribles, cientos de personas, tal vez miles, siendo ejecutadas una tras otra. Aún recuerdo la mueca de dolor, de sufrimiento, de impotencia en cada uno de sus rostros. Se supone que la mayoría de ellas eran justicia, pero no podía verla, para mí solo era muerte. ¡Mierda! Estoy llorando otra vez, cómo es posible que quiera salvar a alguien si lloro con el simple recuerdo. Soy una completa inútil…

Tengo miedo, Tod lleva así más de una hora. Los ojos de Samanta están rojos por el llanto, creo que tiene así desde hace más de cuarenta minutos. Su cara, él está realmente asustado. ¿Me pregunto qué estará viendo? Según Miguel, él es la parca de la muerte por placer, en otras palabras, es la muerte de los que cayeron solo por el simple gozo de sus victimarios.
Comienzo a preocuparme, incluso aquel vejestorio comenzó a caminar en círculos, esto es muy malo, nosotros no podemos morir a no ser que nos arrebaten por completo el hueso que la muerte nos regaló, pero lo que sí puede suceder es quedar atascado para siempre en ese mundo de pena.
Tomo la mano de Tod con algo de vergüenza. Espero y estos dos no piensen lo que no es. Yo dije que lo salvaría, pero como siempre soy una inútil. Todo el mundo solo muere sin haber hecho nada, nadie es importante, solo somos bruma frente a una brisa que no se detiene. Su mano me aprieta cada vez más fuerte, puedo sentir su dolor.
Un suspiro de alivio, su temblar se detiene. Con pequeño giro Tod se voltea y me mira contento. “Soy patético” dice él, ¿Qué clase de expresión es esa? Aunque  se ve realmente feliz.
“Bienvenido de vuelta”
¿Qué será esta extraña sensación de calidez? ¿Será posible que este chico pueda ser esa pequeña piedra que por fin cambie el sentir del tiempo? No tengo nada para probarlo, solo es mi deseo, mi deseo para que él cambie al mundo…
Camino entre los pequeños callejones que se forman entre los almacenes. Realmente me tomó por sorpresa cuando Tod me dijo que quería verme. Los últimos 3 días desde que encontráramos su distractor, solo hemos pensado en una cosa, salir de esta pocilga. Entre los cuatros hemos armado un plan simple, pero efectivo. Algo acaba de golpear mi hombro, nuevamente, esto comienza a molestarme.  “Estás pisando mi regalo” grita Tod, mientras me sigue arrojando pequeñas piedras a mi torso desde una caja de madera a mi lado donde está parado.
Camino rápidamente hasta estar junto a él. Su sonrisa vuelve a provocar que mi ritmo cardiaco suba rápidamente, tal vez fue un error obligarlo a usar ese viejo traje que estaba en una de las bodegas, se ve demasiado bien en él.
“Voltea y observa”, siento un escalofrió a la par que su susurro llega a mi oreja. Volteo y observo a mi espalda. No hay nada en especial solo la sucia pared de una bodega. Espera hay algo más abajo, cientos de pequeños cristales están colocados por todo el piso. La luz del ocaso golpea los fragmentos, proyectando una hermosa sombra de colores de más de 15 cm. “Con el debido enfoque todo se vuelve mágico ¿no crees?” Vuelve a susurrar en mi oreja. ¡Mierda! Mis rodillas tiemblan solo con eso, debo ser la chica más despreciable del planeta.
Quedo absorta con el espectáculo, las decenas de cristales forman una hermosa lluvia de estrellas que viajan sobre un cielo de color naranja, dejando atrás un hermoso arcoíris. Casi puedo verlos correr a través del espacio dejando esta sensación en mi corazón a todos los que observan, tiene razón esto es mágico.
“¿Entonces cualquier cosa, puede ser mágica?”
Tod, me mira confundido, solo para preguntarme que si tenía algo en especial en mi mente. Y para ser sincera conmigo misma, siempre tengo solo una cosa en mi mente, aquello que atormenta mi existencia. Si todo puede tener otro enfoque tal vez aquello pueda ser distinto.
“¿Crees que la muerte pueda ser diferente?”
Él se me queda viendo confundido. Tengo que dejar de decir cosas extrañas, a este ritmo va a terminar pensando que solo soy un bicho raro, bueno, más bien se va a dar cuenta de que lo soy. Su rostro vuelve a resplandecer. Sus ojos se conectan con los míos. “Siempre dices que la muerte es triste, pero te aseguro que yo soy capaz de hacer que todo el mundo tenga una muerte feliz”. Ese rostro, solo refleja la plena confianza en sus palabras. Puedo confiar en él, tal vez él pueda hacer lo que yo jamás logré, terminar con este ciclo infinito de muerte y venganza, acabar con todo, nadar contra la corriente y hacer que el mundo sea diferente.
“Entonces prométeme que vas a darle a todos una muerte feliz.”
“Lo prometo”, no lo pensó ni un segundo, no puedo negarlo, se ve genial con esa puesta de sol a sus espaldas…

El día ha llegado, es momento de salir de este pozo. Miguel nos sienta a todos para repasar lo que tenemos que hacer. Samanta se sienta sobre mis piernas como de costumbre. Ella en verdad no pesa nada. Un problema se hace evidente, tenemos que tapar la cara de Tod. Volteo a todos lados, ahí está una venda. Empiezo a vendar la cara de Tod, hasta solo dejar su ojo derecho visible.
Se ve bien, el traje acentúa con la venda y la corbata que Samanta encontró. Pero le falta algo. ¡Un balde de pintura! Tomo la brocha y dibujo  una hermosa sonrisa sobre la venda. Bueno, solo es una línea curva, pero se ve bien.
“I baptize you as Happy Death (Yo te bautizo como Happy Death)”
Una exagerada reverencia y acepta el título. El plan comienza. Corro hasta mi punto asignado, la carretera principal del complejo, la cual termina justo en la única salida. La estrategia es muy básica: Tod va a atacar el muro norte y fingirá que es alguien que logró infiltrarse, usando la ventaja de que ninguno de los guardias conoce sus habilidades, lo creerán. El resto solo correremos a la salida.
¡La explosión! Los nervios me traicionan, mi garganta se seca. Miguel me hace la señal y comenzamos a correr. El fuego cubre su cuerpo. Puedo sentir su calor desde aquí. La parca de la muerte, incinerado. Es realmente doloroso si me preguntas, ya he estado cubierta por sus llamas en el pasado.
Una bala atraviesa mi pantorrilla. Las alarmas aturden mis oídos y el humo de las explosiones cansa mis ojos, pero no hay tiempo para dudas. Comienzo a silbar. Convoco a las horcas, cuerdas que caen desde el cielo hasta los cuellos de los guardias para después elevarlos y ahorcarlos. Las guillotinas se materializan sobre el cuello de algunos, para caer bruscamente y hacer rodar sus cabezas.
Seguimos caminando, cuando el grito de Samanta me alcanza por la espalda. Volteo con horror y la veo tirada en el piso con el cuello roto. Alguien coloca el pie sobre la cabeza de la niña, hasta romper su cráneo y esparcir su sangre por todo el lugar. Todo un fracaso, la principal razón de todo esto era el hecho de que él no estaría aquí hoy. Enta Caló camina con esa horrible sonrisa hacia nosotros. Miguel responde ante él. Veo las llamaradas de fuego pasar a mi lado. Tal vez podamos vencerlo, tres batallones de fusilamiento aparecen a mis espaldas. ¡Boom!  El rugir de los rifles zumba en mis oídos. Un fuerte dolor en la cabeza, siento como la sangre fluye fuera de mi cráneo. Caigo al suelo, mi cuerpo ha dejado de responder. La risa de ese desgraciado atormenta mis oídos. El cuerpo de Miguel cae frente a mí, o por lo menos lo que queda de él, unos cuantos huesos y mucha carne chamuscada. Lo sabía, es imposible derrotar a ese sujeto, es simplemente demasiado.
Te conocí en un bazar
Una música suena a la distancia, ¡Mierda! Es Tod. Había olvidado que se suponía que nos vería un poco más adelante. “¿Sabes cuál es la diferencia entre un borracho y un árbol?” Su voz resuena junto con la música. Enta solo lo mira despreocupado. “Que el árbol empieza en el suelo y termina en la copa, mientras que el borracho comienza en la copa y termina en el suelo, ¿entiendes? Tirado en el suelo, inconsciente al borde del coma. Como tú en unos momentos”. Tod termina su chiste con la risa más fingida que sus cuerdas vocales le permiten. Bueno, en algo tiene razón, su distractor es patético, ¿qué clase de parca debe escuchar la música más anticuada mientras cuenta chistes malos para poder asesinar? Por suerte para él encontramos unas viejas bocinas y un walkman que aun funcionaban.
“Entre cuadros y revistas”
Tod empezó a materializar una gran variedad de objetos punzocortantes que flota en el aire alrededor de él y se balanceaban como si bailaran al compás de aquella horrible canción. Cientos de navajas, cuchillos, hachas, etc. Arremetieron contra Enta. Ambos comenzaron a saltar de un lado a otro mientras escapaban de los ataques. No puedo verlos, oigo sus pasos y gritos a mis espaldas, pero no sé qué sucede en realidad. Alguien vuela contra el techo de uno de los almacenes, ¡es Enta! Tod lo toma del pie y lo arroja contra el suelo. El ruido de sus huesos rompiéndose me reconforta.
Enta se levanta, pero cuando lo hace, tres anillos de afilados objetos lo rodean. Tod está frente a él observándolo. “¡Vaya! Has mejorado, así que te daré un consejo para la próxima vez que peleemos,” dice Enta Caló completamente confiado. Tod lo mira con recelo, mátalo de una vez, idiota. Me gustaría decir eso, pero en mi estado ni siquiera puedo gritar. “Estas nudilleras de hueso que uso tienen una habilidad especial: cuando tocan a alguien, este pierde cualquier habilidad sobrenatural que posea,” continuó aquel despreciable ser. Observo su cara, sus ojos se mueven extrañamente como si supiera que sigo consiente, sigo su mirada para ver cómo una de sus nudilleras se balancea sobre el almacén donde hace poco había caído.
“Pero da igual, porque es imposible que me ganes, y ¿sabes por qué?”
Escucho a Caló mientras veo cómo la mancuerna caía desde lo alto, para rebotar en sobre una lámpara que se encontraba empotrada en la pared, y acabar finalmente cayendo sobre la cabeza de Tod, dándole un pequeño golpe. Y tal como dijo, los cuchillos desaparecen, Tod intenta reaccionar, es muy tarde. Enta salta sobre él gritando fuertemente, “¡La razón es que yo soy Enta Caló!”, con su otra nudillera él golpea a Tod en el rostro. Su cara se deforma, incluso creo que puedo ver un ojo salir volando de su cuenca. El dolor es insoportable, ya no puedo más, me desmayo.
Lentamente recobro el conocimiento, puedo sentir cómo unas cuerdas aprietan mis muñecas y mis pies cuelgan por sobre el suelo. Volteo a mis lados y veo a Samanta, Miguel y Tod, colgados de la misma forma que yo. Bajo nosotros se encuentra Enta Caló, muy feliz por lo que puedo ver. “Fue un buen espectáculo pero ustedes se quedan aquí.” Fallamos, empiezo a llorar, es imposible salir de este lugar. “No llores querida, después de todo uno de ustedes fue el que me avisó lo que planeaban, y es por eso que me quedé,” habla Caló mientras abandona el  almacén, dejándonos solos.
¿Será cierto?, ¿uno de nosotros nos delató? No puedo soportar pensar en ello, ellos son mi familia, no serían capaces. Pero recuerda, Abril, lo mismo pensó tu padre de su socio, y ve cómo termino, no se puede confiar en la familia. Entonces solo me queda una pregunta.
“¿Quién lo hizo?”

Froto mis ojos después de terminar de recitar los pensamientos de Abril, Mi cachorrito seguía viéndome como si me preguntara, “¿cómo termina?”. Sonreí, nunca me cansaba de oír las historias de mis creaciones. La alarma sonó, e inmediatamente un grupo de almas de los recién fallecidos inhundó la sala de espera. Tome mi hoz que se encontraba colgada de un perchero y comencé a cortar  las cuerdas de plata que colgaban de sus pechos.


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