jueves, 2 de abril de 2015

The Zone 4: Un misterio inexplicable

Autor: Alonzo Yzasiga
Ilustración de Dashield Warren Klay

Mientras James Morton se dirigía a la oficina principal de Big Benny se preguntó qué pensaría el viejo George de ver convertida su mansión en un chiquero. Ni siquiera bajo la antigua administración de Liam O'Donnell se encontró en tal estado, mucho menos cuando la dirección cayó en manos de Tabitha Rissi, quien por el contrario se encargó de adornarla, ordenar que la servidumbre limpiara tres veces al día y reemplazar los antiguos muebles por otros más ostentosos y caros.

Ahora, sin embargo, dichos mobiliarios se encontraban desmejorados, los cojines rotos, la suciedad en las habitaciones se acumulaba, algunas paredes mostraban algunos grafitis pandilleros, en el piso botellas y latas de cerveza vacías interrumpían el paso, las cucarachas rondaban sobre los restos de pizza o pollo frito; Morton incluso se imaginó a ratas campeando a sus anchas por el jardín y el tejado. Big Benny había convertido la antigua residencia familiar en un fuerte donde sus más allegados se encargaban de protegerlo, pero a la vez su estadía provocaba un desbarajuste total en el recinto que increíblemente a su jefe parecía importarle absolutamente nada. Hammer se encontraba escoltado por dos hombres de confianza de Big Benny, ambos fornidos y con metralletas colgando de los hombros, temibles, pero Morton, una cabeza más alto que ellos no se dejaba amilanar por lo que consideraba tan poca cosa. Finalmente llegaron a la entrada del despacho donde otro guardaespaldas abrió la puerta y lo invitó a entrar asegurándole que los demás esperarían fuera.

Big Benny se encontraba solo, sentado detrás de su escritorio sorbía un vaso de un fuerte brandy. Llevaba una cadena de oro encima de un polo donde se destacaba la imagen de un gran trébol de tres hojas.

- Debes ser un hombre muy confiado para permitir que estemos únicamente los dos en esta habitación. Fácilmente podría arrancarte la cabeza y nadie me detendría, a decir verdad, así estuviera rodeado por tus hombres igual lo haría- dictaminó Hammer amenazador.

- Si me quisieras muerto ya lo habrías hecho, ¿verdad?, pero tú no eres el que está manejando el barco, eres solo un perro faldero. No has venido a hacer negocios, sino a cumplir un simple encargo. Apurémonos entonces- respondió malhumorado Benny mientras depositaba una valija negra encima de su escritorio.

Morton abrió el maletín; en su interior se encontraban depositados, en una perfecta alienación, varios tubos probeta que contenían un líquido carmesí intenso. 

- ¿Éstos son todos?

- Tal cual. Hicimos buen dinero con ellos, créeme. Esta cosa no se cuan peligrosa sea, pero en las personas que las probamos fue una completa sensación de poder. Si pudieran mejorarla y evitar los daños colaterales sería la mejor mercancía de los últimos años.

- Yo no llamaría daños colaterales el ocasionar que casi el 90 % de sus consumidores terminen perdiendo la vida. Pero como dices, yo soy solo un perro faldero y no me meto en ese tipo de decisiones. Cualquier consulta se la haces llegar directamente a los jefes- dictaminó el gigante mientras se ponía de pie y agarraba la maleta por la empuñadura.

- Espérate un momento, No te enojes- se apresuró a decir Big Benny mientras le extendía un vaso del lujoso licor- toma un poco y relajate.

- Gracias, pero no bebo.

- Bueno, bueno, tú te lo pierdes. El punto amigo es que creo que aún podemos llegar a un acuerdo. Si convences a los de arriba para que me den mi libertad de acción acostumbrada, puedo compensarte generosamente.

- La familia Sullivan no tuvo inconveniente en darnos en concesión el control de tu territorio, así que esperamos no se te olvide recordar para quien trabajas ahora. No nos gustaría subir el porcentaje que nos corresponde. Asociarte con nosotros y olvidar a tu amigo Fire es la mejor decisión que has tomado.

- Supongo, aunque me imagino que eso también pensaba Valviery y mira como terminó. Por eso necesito un as bajo la manga, si abogas por mi me sentiría más tranquilo.

- Veré lo que puedo hacer, pero por el momento nada de la “substancia” en las calles. Esperemos que no nos estés jugando feo y que estas sean todas las que restan. 

- Esas son todas, puedes irte tranquilo. Te doy mi palabra que dentro de algunas semanas ya nadie hablará de ella- expresó Benny mientras se recostaba en su sillón y apuraba otro sorbo.

Morton salió de la residencia con el maletín bien sujeto, flanqueado por los hombres de Benny, los cuales observaban tanto al gigante como a su carga preguntándose qué clase de hombre sería para bastarse él mismo en transportar algo que podría valer, se imaginaban, muchísimo dinero.

Al cruzar la verja, Morton continuó caminando hasta llegar a la esquina donde una limosina negra lo esperaba. Estando cerca al vehículo la puerta posterior derecha se abrió permitiendo que el matón ingresase y la limosina iniciara su marcha.

- Nuestro amigo irlandés está bastante molesto, pero confiemos en que su miedo sea mayor y nos haya entregado todo el producto – señaló a su acompañante que se encontraba frente a él oculto entre las sombras desde las rodillas hacia arriba, mientras que la luz que entraba por la ventana destacaba unos ostentosos zapatos rojos.

- No podemos permitir que circulen rumores sobre que está droga es letal, es malo para el negocio. Nos encargaremos de la competencia una vez sintetizado el producto. De todas maneras trata de ubicar a los sobrevivientes.

- No será tan fácil, pero a la larga daré con ellos. Cuando aparecieron los primeros síntomas debieron sentirse asustados y de seguro se han escondido, sin embargo, imagino que Benny podrá brindarme información para localizarlos una vez que le brindemos la seguridad de que no habrá represalias por parte de esos esquizofrénicos.

- Eso es otro tema que estamos estudiando, lo otro es el nivel de adicción que podría generar esta “substancia”. De ser así no tendrás que buscar a nadie, ellos mismos aparecerán. Por lo pronto debemos darle a los otros adictos un paliativo para que se acaben las habladurías sobre este producto, hoy en la madrugada te encargaras de un desembarco en el puerto; un cargamento de estupefacientes proveniente de Canadá que pensamos ofrecer a un precio bastante reducido.

- Para que sea la nueva sensación en la ciudad y se olviden de que una vez existió “la substancia”, ja, ja, eso sí es pensar en todo- sentencio Morton mientras miraba por la ventana a un grupo de jóvenes tomando licor cuando la limosina cruzaba el puente fronterizo y abandonaba el distrito de Cocraneh.

Más que sueño fue un recuerdo, pero lo sintió tan vivido que por un momento creyó que tendría la posibilidad de cambiar su destino. En aquella visión las cosas sucedieron tal cual las rememoraba. A pesar de ser solo mediodía, la parte del cielo cercana a la planta Zolarum tenía una tonalidad rojiza producto del humo químico proveniente de las diversas explosiones ocurridas en un sector de las instalaciones. El humo ascendía pero a la vez inundaba todo el espacio colindante, las cenizas se esparcían como granizo provocando afecciones respiratorias entre los trabajadores y las personas cercanas al hecho, quienes atinaban a cubrirse la boca y alejarse aprisa del siniestro. La unidad a la que pertenecía John, además de otras dos unidades que ya se encontraban en el lugar, había sido convocada para socavar el infortunado incidente. Al parecer, sin mediar explicación alguna, se produjo un sobrecalentamiento en los generadores especiales que alimentaban de energía exclusiva a una especie de acelerador de partículas experimental, o al menos esa era la información que se manejaba. El vehículo hazmat de rescate atravesó el perímetro de la policía haciendo sonar sus sirenas, dentro John y sus compañeros se ajustaron sus trajes y se colocaron los respiradores respectivos. Evocaba con exactitud cuando al estacionarse el vehículo y descender el capitán de la unidad les pidió no acercarse demasiado y actuar con precaución, luego deberían ceñirse al plan de poner bajo resguardo a las posibles víctimas mientras que otra unidad tenía por misión impedir que el fuego se propague utilizando el sistema de solución espumosa, una maquinaria compleja y la versión en mayúscula del equipo que cada miembro de la unidad de rescate llevaba en sus espaldas. Wilkins y el resto del grupo se adentró al sector donde emanaba las hileras de humo, vio una mujer llorando en el suelo y decidió acercarse pero uno de sus compañeros se le adelantó y tomó a la mujer por los brazos ayudando a levantarla. John sintió un calor sofocante a pesar de encontrarse a prudente distancia; aquellas explosiones no parecían, de modo alguno, intrascendentes, pues incluso una de ellas había conseguido abrir un gran boquete en una de las paredes frontales, cosa para nada fácil puesto que se trataban de muros especialmente diseñados para ese tipo de contingencias. Avanzó con moderación, todavía existía unos 80 metros entre él y la zona del incidente, aunque la temperatura del ambiente ocasionara que sudara copiosamente dentro de su traje. La visión era casi nula producto de los escapes de humo, eso lo obligaba a pasar su mano enguantada por la visera del respirador para limpiarlo de tanto en tanto; su compañero regresó a su lado y le tocó el hombro pidiéndole que lo observe, luego con la mano derecha, con el índice y el dedo medio extendidos, realizó un pequeño giro indicándole que debían dar un rodeo, por lo que él respondió con una afirmación de cabeza. John trataba de ayudar a alguna victima pero al parecer el resto de su unidad se estaba encargando de ello con mayor efectividad, incluso indicaban o guiaban a los sobrevivientes hacia las puertas de escape, por lo que atinó a calibrar la pistola de solución espumosa para darle uso; fue en eso, así lo recordaba, cuando la tierra vibró como si ocurriera un pequeño sismo, no duró más que pocos segundos pero fue lo suficiente para desestabilizarlo y hacerlo caer de rodillas. Se puso de pie solo para ser jaloneado por dos de sus compañeros quienes le urgían en abandonar el lugar, pero él se zafó creyendo que lo imaginaban herido. Ellos no insistieron, por el contrario se marcharon rápidamente. A sus espaldas el calor ya era demasiado agobiante y la curiosidad lo conmino a voltear para darse cuenta que la grieta se había ampliado el doble y por ella se presenciaba un resplandor parpadeante. Aquello lo hizo retroceder de espaldas contando del cinco al cero para al instante dar vuelta y empezar a correr; otro movimiento telúrico sin embargo, lo volvió a desestabilizar. Luego un ruido ensordecedor extraño acompañado de una luminosidad refulgente lo envolvieron tanto a él como a un radio de dos manzanas, a la manera de un inequívoco ataque nuclear.

John Wilkins despertó en medio de un sudor helado, ahogando por poco el grito aterrador que finaliza una pesadilla. Se quito el polo empapado y se dirigió a tomar un vaso de agua. Solo se había tratado de un mal sueño, pero los sueños tienen por característica ser irreales y este había sido una copia exacta de lo sucedido hace 10 años. Tomó el líquido con avidez y luego observó su mano, se tocó su pecho y se dirigió al espejo más cercano, aquel que estaba empotrado en uno de los muros de su departamento. Miró su reflejo, se encontraba en perfectas condiciones. Aquel resplandor intenso, ocasionado por quien sabe que, no fue en modo alguno una explosión atómica, solo lo había rodeado y dejado parcialmente ciego para descubrir posteriormente que poseía poderes sobrehumanos.

En su momento se imaginó que eso no era tan malo, que incluso podía catalogarlo como una bendición ya que como se descubrió después, aquella radiación provocó mutaciones internas que ocasionó la muerte de muchos de los afectados puesto que no todos los organismos pudieron soportar cambios tan drásticos. Wilkins pertenecía a la minoría que logró sobrevivir; posteriormente no dudo en utilizar sus capacidades adquiridas para ponerse al servicio de la sociedad, sobre todo cuando comenzó a regir el decreto ley de registro metahumano, también conocida como ley Dewey. Auxiliar a la ciudadanía fue la mejor respuesta que encontró la comunidad metahumana para contrarrestar el clima negativo exacerbado por quienes los consideraban una amenaza. John evocaba con afecto esos días pasados donde imperaba la inocencia de creer que todo consistía en proteger a los más indefensos, una pequeña etapa dorada que llego su fin tras la aparición de personajes como The Zone.

En medio de la sala del departamento se encontraba una urna de vidrio rectangular de tamaño promedio, puesta en posición vertical. En ella se encontraba su traje de superhéroe, una vestimenta especialmente diseñada con un material extraordinario que la hacía inmune a los ataques eléctricos, el fuego y otros tipos de elementos que podían causar verdadero daño a cualquier otro ropaje común. Era el único objeto valioso de esos tiempos, tanto a nivel emocional como económico, pues un traje como aquel estaba valorado en mucho dinero. En la parte inferior frontal de la urna, en letras cromadas, se podía leer el nombre del portador del traje, el calificativo que había escogido para combatir el mal: Dashrigth.

John atinó a sonreír, en el fondo sabía que nunca se deshacerla de aquella prenda, era el enlace más fuerte que tenía con su pasado. Una vez entró a una página web dedicada a coleccionistas profesionales y se enteró que su antigua vestimenta estaba valorada en cinco cifras, fue la primera y última vez que se tentó de venderla para finalmente decirse que existían cosas más importantes que un buen fajo de billetes y que lo mejor era conservarla.

Su celular sonó estridentemente, era tan solo las cinco y veinte de la mañana así que se sorprendió de ser contactado a tan tempranas horas, imaginó que quizás sería algún familiar, nunca lo habían “molestado” de esa manera en todo el tiempo que pertenecía al DISM. Observó el número y el nombre de Kate en la pantalla, lanzó un resoplido antes de contestar, el día anterior ella se había mostrado bastante incómoda después de la entrevista realizada en las oficinas de Nebula N, no le gustó que él la interrumpiera y aceptará marcharse cuando la abogada de Fire les exigió hacerlo, a la salida cruzaron pocas palabras, luego la chica pelirroja le pidió que la dejará cerca al departamento de archivos de la policía pues quería investigar las posibles denuncias por los misteriosos incendios provocados en aquellas propiedades que luego pasarían a poder de Valviery. Luego irían a indagar en los suburbios. Recordaba a Mills bajarse del automóvil y azotar la puerta.

- Dime Kate, ¿en qué puedo ayudarte?

- Acabo de enviarte un mensaje de texto con la dirección exacta del muelle portuario, alístate y ven lo más aprisa que puedas- exhortó con voz autoritaria la detective.

- No podrías esperar por lo menos unas horas, ni siquiera amanece.

- Tienes que llegar antes que el lugar se llene de periodistas, yo apenas me enteré tomé un taxi; ya estoy apenas a diez minutos.

- Por lo menos dime que es lo que ha ocurrido.

- Un ataque de nuestros metahumanos favoritos sin duda. Acaban de dar su merecido a un grupo de traficantes en un almacén del puerto.

- ¿Tienes la certeza de que fuera algún miembro de The Zone?- señaló contrariado Jhon.

- Me basta saber que entre las víctimas se encuentra el principal testigo de la fiscalía en el caso contra Fire.

- ¿Morton?

- James “Hammer” Morton; así que apúrate y dame el alcance cuanto antes.

A pesar de ir lo más rápido que pudo, John recién pudo llegar a su destino junto con las primeras luces del alba. El lugar se encontraba acordonado por las clásicas cintas policiales amarillas que impedían el acceso a todos aquellos que no fueran miembros de la fuerza del orden. Kate se encontraba discutiendo con un agente en uniforme.

- Se lo vuelvo a repetir señorita, no puede ingresar a la escena del crimen, no es parte de su jurisdicción. Sí desea puede entrevistarse con los detenidos pero tendrá que esperar a que sean trasladados a la comandancia general, no puede interferir con el caso en estos momentos.

- Usted es quien está interfiriendo – señaló airada Kate – Morton era una pieza clave en el caso que estamos investigando.

- Pues supongo que ya no podrá sacarle información alguna- respondió secamente el agente.

John se adelantó extendiendo la mano a modo de saludo.

- Bueno días, soy el detective Wilkins del DISM, ¿con quién tengo el gusto?

El policía lo miró adusto, como presintiendo que las cosas podrían complicarse.

- Oficial Taylor Cooper. Espero que usted si pueda comprender que no los pueda dejar ingresar; es el procedimiento. Podrán leer el informe del suceso después.

- Si bueno, justamente eso quisiera aclarar. Al parecer el ataque ha sido perpetuado por un metahumano, lo cual podría decirse nos da inferencia sobre el asunto- dijo sonriente el rubio detective.

- Podría decirse, sin embargo, eso todavía está por probarse, tan solo tenemos las declaraciones de los testigos pero ninguna certificación concluyente, falta el análisis de las pruebas y la conclusión del peritaje, así que por el momento esto no cae en la potestad del DISM.

- Bueno, es cierto, que fuera culpa de un metahumano aún no está comprobado- ante estas palabras Kate lo miró sorprendida para acto seguido reprochar negativamente con la cabeza – pero lo que sí podemos afirmar es que Morton lo era, puede usted cerciorarse dando una simple llamada al departamento de la comisión de registro. No creo que los federales vayan a mentirle. Por lo pronto, a menos que quiera ser sometido a una amonestación por obstaculizar nuestra investigación, déjenos pasar. 

El policía empalideció ante las palabras de Wilkins, lanzó una mirada desafiante para luego cederles el paso.

- Haré esa llamada y si no está diciendo la verdad los que se meterán en problemas son ustedes- amenazó finalmente.

Kate y John apresuraron el paso. Lo importante ahora era hablar con los detenidos pues indagar en el lugar de los hechos parecía improbable sin una autorización respectiva.

- No sabía que Morton fuera un metahumano – indicó Kate.

- Puede que su fisonomía fuera común dentro del mundo de los bravucones gigantes, pero la fuerza sobrehumana que poseía era producto del accidente Zolarum- señaló John sonriente – ahora dime que has averiguado; no te imaginó discutiendo con aquel policía durante todo el tiempo que me he demorado.

- Al parecer un espectáculo con toda la marca de The Zone. Cuatro heridos con contusiones menores, dos de suma gravedad, ya internados en el hospital, y nuestro amigo Morton fallecido.

- No debió ser fácil vencer a alguien como él.

- ¿Tú crees?, le giraron la cabeza como a la niña de la película “el exorcista”. Solo se me ocurre un individuo que pudiera romperle el cuello de esa forma.

- ¿El Comander?

- Tiene la coartada perfecta, hay más de setenta testigos que lo tuvieron como invitado de honor en una cena de beneficencia. Cena que se propagó hasta altas horas de la madrugada por cierto; lo cual no deja de ser mucha coincidencia. No será el culpable pero apostaría que sabe con certeza quien lo hizo.

Los cuatro detenidos se encontraban esposados junto a una camioneta de la policía, resguardados a su vez por 8 agentes, esperando la llegada del fiscal que les tenía que tomar la declaración. Kate y John observaron al pequeño grupo; dos de ellos tenían la pinta inigualable de ser unos delincuentes curtidos, otro era un adulto con pinta de bobalicón pero quizás seleccionado por su gruesa contextura y sus fuertes brazos que lo hacían el hombre indicado para trasladar cargas de un lugar a otro, y finalmente el último, un joven de mirada esquiva, pueda que enrolado de alguna pandilla callejera. John habló con el oficial encargado y este les permitió interrogar solo a uno de ellos. Escogieron al chico de los ojos esquivos.

Kate lo arrastró a un lado empujándolo, no ayudaba el hecho de tener el brazo fracturado.

- Vuelves a protestar y te rompo el otro brazo- amenazó Kate.

- Me duele horrores. Esta venda no sirve para nada, necesito que me lleven a una clínica para enyesármelo.

- Solo quisiéramos que colaborara con nosotros- señaló Wilkins.

- No John, basta. Ahora déjalo en mis manos- Kate agarró al tipo por el cuello- Si no nos dices que pasó te juro que hare lo imposible por señalar que eres el responsable directo del embarque de estupefacientes. Me figuro que tus compañeros estarán gustosos de sindicarte como el segundo al mando si eso ayuda a reducir su condena.

- Están locos, era Morton quien estaba a cargo de todo, yo soy un simple empleado- increpó con miedo el antiguo pandillero.

- No queremos que involucres a nadie, tan solo dinos que paso, el juez podría notar que quisiste ayudarnos y eso beneficiar tu sentencia.

El joven los miró asustado, luego dirigió la vista a sus compañeros para sopesar que se encontraban muy lejos de ellos.

- Por favor, dejen en claro que yo no soy ningún soplón. Les diré lo que quieren pero nada que tenga que ver con incriminarme a mí o a mis compañeros.

- Eso lo juzgaremos nosotros, pero date prisa porque mi paciencia se agota.

El joven delincuente respiro profundamente y comenzó a hablar.

- Esa cosa nos sorprendió a todos, cayó por el tragaluz grande que había en el techo. No pude fijarme bien en cómo era, en realidad nadie pudo. Tan solo vimos una sombra.

- ¿Una sombra?

- Una sombra rápida que nos fue derribando uno tras otro. En un momento aparecía y rompía una costilla para luego desaparecer. Luego una pierna o la espalda de alguien. Le disparamos con todo lo que teníamos pero no le atinamos a nada. Incluso el jefe utilizó una escopeta especial, esas que utilizan en el ejército y que abren un agujero gigante de palmo a palmo, pero ni eso sirvió. Yo pienso que tuve suerte, estaba disparando y me sujetó del brazo y me lo tiró para atrás, luego me lo dobló, pero reitero, tuve suerte. A dos de nosotros les rompió la cabeza. A uno lo estampó hacia atrás y al segundo lo lanzó contra un armario. Todo a una velocidad sorprendente. El jefe en su momento quiso escapar pero desistió, vi como tiraba la escopeta al suelo y lo llamaba retándolo, luego esa cosa lo sujeto por atrás y lo sacó de mi visión, luego escuche un grito y eso fue todo. Alguien debió llamar a la policía y no me quejó pues me estaba retorciendo de dolor en el suelo, al igual que los demás, ninguno podía tenderse en pie.

- ¿Y Morton yacía inerte?, ¿A nadie se le ocurrió socorrerlo?

- No estaba por ningún lado, no les dijeron. El almacén tiene una especie de bóveda especial, como si fuera la caja fuerte de un banco. Se ingresa con una contraseña electrónica. Nadie del grupo la sabia, excepto Hammer. Uno de sus técnicos tuvo que hakearla para poder abrirla, le habrá llevado sus diez minutos, pensaban que dentro estaba nuestro cargamento de estupefacientes.

- Pero al que encontraron fue a Morton muerto.

- Muerto y sin rastro de su atacante. Muy raro por cierto, siempre que se abre dicha bóveda el sistema provoca que las luces parpadeen y se escuche un ruido tenue, pero eso no pasó antes, las puertas nunca se abrieron. Créanme, quienquiera que dejó al jefe allí tiene que explicar cómo fue que entró y salió de ese sitio sin activar la contraseña.


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